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La libertad

La libertad reside siempre en lo que es verdad ahora mismo; no en lo que pienso que es verdad, ni en lo que creo que es verdad, sino en lo que de hecho es verdad en este momento: esta experiencia presente, estos pensamientos, estas sensaciones y estos sentimientos.






 - Jeff Foster

(Imagen: *Nebraska Harvest by JakeOlsonStudios)



Aflojar las riendas


A menudo debemos enfrentarnos a hechos que están fuera de nuestro control. La renuncia se convierte, entonces, en algo necesario y saludable.

La palabra renuncia ha tenido tradicionalmente connotaciones negativas, ya que, como seres apegados que somos, nos cuesta abandonar aquello, que creemos nuestro. Es así como llegamos a relacionar la renuncia con ideas de resignación, sacrificio o, incluso, de autocastigo. Pero nada más lejos de la realidad. Renunciar, en un sentido positivo, consiste en aflojar las riendas de nuestros control y averiguar qué aspectos de nuestra vida y de nuestro entorno no necesitan nuestra intervención.

Nuestra lista de renuncias
La renuncia implica comprender y aceptar que existe cierto orden en el universo que es preciso respetar si queremos viajar por la vida más dichosos y ligeros de equipaje.
Para lograrlo, podemos completar una lista como la siguiente con todas las cosas a las que podríamos renunciar:


Renuncio a…
- Mi necesidad de tener razón
- Querer sentirme aprobado por los demás
- Tratar de controlarlo todo
- Manipular o interferir en las decisiones de los demás
- Oponerme a la realidad que la vida me presenta.
- Impedir que los otros vivan sus experiencias y aprendan de ello, aunque me duela.
- Sufrir ante aquello que no puedo cambiar.
- Juzgar a los demás
- Asumir funciones que no me corresponden
- Luchar por retener cosas que, en realidad, no necesito.
- Y recordaremos que si nos toca cabalgar a lomos de experiencias cuyo intento de control nos produce sufrimiento, soltemos las bridas y cooperemos con la vida permitiéndole que haga su parte: solo así nos sentiremos verdaderamente libres.



Vanessa Gil-
Mente Sana

Piedras Mentales


Angustiado, el discípulo acudió a su maestro y le preguntó:
¿Cómo puedo liberarme, maestro?
El maestro contestó:
Amigo mío, ¿y quién te ata?

Cuento hindu


Determinados prejuicios y falsas creencias que tenemos sobre nosotros mismos o los demás pueden ser un verdadero impedimento para la construcción de una buena vida. Estas piedras en forma de pensamientos tóxicos y limitantes se encargan de destruir nuestra autoestima, nuestro coraje, la posibilidad de abrirnos a un intercambio espontáneo que nos lleve a conocer personas interesantes, vivir aprendizajes necesarios e incluso experiencias veladoras.
Conviene revisar las creencias-mordaza que tenemos sobre nosotros mismos, ya que pueden ser verdaderas trabas para fluir en nuestra propia vida. Ello junto al hecho de desarmar progresivamente los prejuicios propios y ajenos - aquellas ideas preconcebidas que, a modo de etiquetas, inhiben la experiencia del conocimiento no contaminado del otro- son unos ejercicios sumamente saludables que nos abren un universo de posibilidades de relación. Por ese motivo es muy saludable, de vez en cuando sentarnos a reflexionar, tomar incluso un papel y lápiz y hacer un inventario de esas piedras-opiniones que se nos cuelan en el zapato de nuestra mente y que tanto pueden dañar la imagen que tenemos de nosotros mismos (y consecuentemente proyectarnos) así como también la que tenemos de las personas que nos rodean y de las que están por llegar.

Àlez Rovira- La Buena Vida

Desactivar las envidias


Cultivar la humildad y participar en las alegrías de los demás son el mejor antídoto a fin de eliminar los resentimientos de nuestro entorno.

A veces nos ocurre que, al compararnos con el entorno y al sentir que nos mejora en algo, llegamos a querer la destrucción de la cualidad del otro.
Ya que yo no lo puedo tener, que tampoco lo tenga él. Se trata de la envidia malsana, una emoción que, si la despertamos en los demás, puede afectarnos emocionalmente e impedirnos el logro de nuestras metas. Con todo, podemos poner en práctica algunas claves para desarmarla:

- Reflexionar acerca de nuestra conducta ¿Hemos hecho algún alarde antes los demás que haya podido activar su envidia? Si ha sido así, no nos culpabilicemos, pero sí que podemos modificar nuestro comportamiento de manera que gestionemos nuestros logros con algo más de humildad.
- Participar de los éxitos de los demás, alegrándonos por ellos y haciéndoselo saber, es una excelente manera de no fomentar su envidia.
- Si quieren nos envidian nos instigan, será necesario hablar con ellos, para acabar con esa conducta. Es importante hacerlo de manera calmada, exponiéndoles cómo nos sentimos, sin pisar su orgullo y dejándoles un espacio para retroceder y cambiar su comportamiento.
- El desarrollo de la empatía nos ayudará a cuidar de nuestras relaciones personales. Es así como encontraremos personas que nos apoyen

Marisa Bosqued- psicóloga
Mente Sana

Pensamientos


Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. -Si me das fortuna, no me quites la razón. -Si me das éxito, no me quites la humildad.

Si me das humildad, no me quites la dignidad

Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.

Enséñame a querer a la gente como a mí mismo y a no juzgarme como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.

Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.

Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza.

Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso, si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.

¡Señor.....si yo me olvido de ti, nunca te olvides de mí !

Mahatma Gandhi

A pesar de todo


Sonrío
Aunque la vida me golpee.
Aunque no todos los amaneceres sean hermosos.
Aunque se me cierren las puertas. Sonrío...
Sueño
Porque soñar no cuesta nada y alivia mi pensamiento.
Porque quizás mi sueño pueda cumplirse.
Porque soñar me hace feliz.
lloro
Porque llorar purifica mi alma y alivia mi corazón.
Porque mi angustia decrece,
aunque sólo sea un poco.
Porque cada lágrima es un propósito de mejorar mi existencia.
Amo
Porque amar es vivir.
Porque si amo, quizás reciba amor.
Porque prefiero amar y sufrir,
que sufrir por no haber amado nunca.
comparto
Porque al compartir crezco.
Porque mis penas, compartidas, disminuyen.
Y mis alegrías se duplican.
A pesar de todo

Sonrío, sueño, lloro, amo, comparto , vivo.

Autor: desconocido

Aprender a no ser desgraciado


No es fácil cambiar de modo de pensar. Tú estás acostumbrado a un cierto tipo de pensamientos y a sus consecuencias debilitantes. Hay necesidad de trabajar mucho para poder deshacerse de los hábitos de pensamiento que has asimilado hasta ahora. Es fácil ser feliz, pero aprender a no ser desgraciado puede resultar difícil.

La felicidad es la condición natural de la persona. Esto es evidente cuando se observa a los niños pequeños. Lo que es difícil es deshacerse de todos los "deberías" y "tendrías que" que has digerido en el pasado.

Hacerte cargo de ti mismo empieza con tener conciencia de ti mismo. Pon atención cuando digas cosas como "Me han ofendido". Piensa en lo que estás haciendo en el momento que lo estés haciendo. El nuevo pensamiento requiere ser consciente de tus viejos pensamientos. Te has acostumbrado a patrones mentales que identifican las causas de tus sentimientos en hechos externos.

Has empleado miles de horas de refuerzo para apoyar estos pensamientos y tendrás que equilibrar la balanza poniendo miles de horas de pensamientos nuevos, unos pensamientos que asumen la responsabilidad de tus propios sentimientos. Es difícil, realmente difícil; pero ¿qué importa? Ciertamente no es motivo para dejar de hacerlo.

Recuerda los tiempos en que estabas aprendiendo a manejar un automóvil con cambios manuales. Te enfrentabas con un problema que parecía insuperable. Tenías tres pedales pero sólo dos pies con que manejarlos. Lo primero fue tomar conciencia de la complejidad de la tarea. Suelta el embrague lentamente, el coche demasiado rápido, hay sacudidas, aprieta el pedal del acelerador al mismo tiempo que sueltas el embrague, el pie derecho para el freno, pero el embrague tiene que entrar, o pegarás otra sacudida. Millones de señales mentales: siempre pensando, usando tu cabeza. ¿Qué hago? Estoy consciente, alerta, y al cabo de mil pruebas, equivocaciones y esfuerzos reiterados llega el día en que te subes a tu coche y sales conduciendo. Nada de vacilaciones, nada de sacudidas, nada de pensamientos. Conducir con embrague manual se ha convertido en algo completamente natural, y ¿cómo lo hiciste? Con gran dificultad. Con mucho pensar-en-el-presente, mucho recordar, con trabajo y esfuerzo.

Tú sabes regular tu mente cuando se trata de realizar trabajos físicos, tales como enseñar a tus pies y a tus manos a que coordinen sus esfuerzos para conducir un coche. El proceso es menos conocido pero funciona igual en el universo emocional. Has aprendido los hábitos que tienes ahora usándolos y reforzándolos durante toda tu vida. Te sientes desgraciado, enfadado, herido y frustrado automáticamente porque así aprendiste a pensar hace mucho tiempo. Has aceptado tu comportamiento y no te has preocupado de la posibilidad de cambiarlo. Pero puedes aprender a no ser desgraciado, a no estar enfadado, o herido o frustrado del mismo modo que aprendiste todas esas actitudes de autofrustración.

Por ejemplo, se te ha enseñado que ir al dentista es una experiencia desagradable y que está asociada con sensaciones de dolor. Siempre has sentido que era desagradable e incluso te has dicho a ti mismo cosas como:

"dio el torno". Pero todas éstas son reacciones aprendidas. Tú podrías hacer que la experiencia funcionara a tu favor si decidieras que se trata de un procedimiento agradable. Podrías, si realmente decides usar tu cabeza, hacer que el ruido del torno te haga pensar en una hermosa experiencia sexual y cada vez que suene su ronroneo podrías entrenar a tu mente a que se imagine el momento más orgiástico de tu vida. Podrías pensar diferentemente sobre lo que solías llamar dolor, y elegir sentir algo nuevo y agradable. Te resultará mucho más agradable y gratificante dominar tus propias circunstancias dentales que aferrarte a las viejas imágenes y simplemente resignarte.

Quizá te cuesta creerlo. Puede que digas algo así como: "Yo puedo pensar en lo que quiera pero igual me siento desgraciado cuando el dentista me mete el torno en la boca". Esto nos Lleva de vuelta al embrague manual.

¿Cuándo creíste que podías manejarlo? Un pensamiento se convierte en una certidumbre cuando lo elaboras, no cuando pruebas hacerlo una vez y luego tomas como pretexto tu falta de pericia o fracaso inicial para dejar de hacerlo.

El hacerte cargo de ti mismo implica un esfuerzo más grande que el que significa simplemente especular con ideas nuevas. Implica la determinación, la decisión de ser feliz y de enjuiciar y destruir todos y cada uno de los pensamientos que te producen una infelicidad autoinmovilista.

Tus zonas erróneas de Wayne W. Dyer

Realidad más allá de lo aparente


Debemos estar atentos a lo que ocurre a nuestro alrededor, tanto a nuestras experiencias como a nuestro contacto con los demás. Correr el velo de lo aparente es una de las salidas que nos ayudará a ver exactamente qué es lo que nos sucede.
¿Cuántas veces pensamos de manera distinta a otra persona y reaccionamos ante ello? Esta fuerza de repulsión que experimentamos se debe a un desencuentro que la diferencia provoca en nuestro interior. La reacción es la expresión del desajuste emocional producido por el mecanismo de estímulo-respuesta inconsciente. ¿Qué impide que veamos más allá de lo aparente?

Reflexionar sobre el sufrimiento
El juicio nos aleja del presente, nos introduce en el tiempo pasado o futuro. Por ello, podemos practicar algo muy simple Dejar de juzgar.
Tenemos que darnos cuenta de que la otra persona puede reaccionar del mismo modo en que nosotros lo hacemos, y experimentar el mismo desencuentro. Entonces, es menester preguntarnos. ¿Entre quiénes se produce la comunicación?
Esta forma de relacionarnos nos trae conflictos, encuentros fallidos y reacciones que nos dañan. Aun así, ¿nos damos cuenta del sufrimiento en que estamos inmersos?
Se ha dicho que lo más difícil en el ser humano es renunciar al propio sufrimiento, si pudiéramos comprender en profundidad lo que esto significa nos daríamos cuenta de que, generalmente, elegimos padecer la vida en lugar de vivirla plenamente. Es posible llevar a la conciencia estos mecanismos, estudiándolos, observándolos.

Entre el día y la noche
Desconocemos el pensamiento y la emoción, la relación que hay entre ellos y el desorden que provoca el hecho de que estén permanentemente sin control. Hasta que no nos observamos a nosotros mismos y aprendamos a conocer estos mecanismos y su funcionamiento, es imposible encontrar armonía.
Vivimos relacionando lo que pensamos y creemos de los demás, con lo que creemos y pensamos de nosotros. Así, vamos creando nuestra vida y la forma en que interactuamos unos con otros. Y, si nos desagrada lo que recibimos, podemos pasar, sin advertirlo, de la queja a la justificación y del descontento al reproche. De este modo, si estamos contentos, todo es luz y si estamos tristes, oscuridad. Según el estado que estamos así vivimos las cosas.
¿Sólo podemos vivir de esta manera o hay algo más profundo que nos libera de esta forma de experimentar la vida y el mundo?
Nuestra realidad depende de la visión que tengamos de ella.
Podemos adquirir una óptica que ve la realidad más allá de las apariencias, que traspase el velo de la ilusión, de nuestras creencias limitantes y nos lleve más allá de los estados creados por nuestra pequeña mente.

Estar atentos
Todo lo que alimentamos crece ¿verdad? Por lo tanto, todo lo que fijemos en nuestra atención también crecerá.
Veamos:
Me regalaron una pequeña planta llamada Cordatum. Pasó el tiempo y me di cuenta de que estaba siempre igual, no crecía estaba en un lugar de la casa donde no recibía la luz suficiente, entonces decidí ponerla en una mesita bajo una luz muy potente. A partir de ese momento, la planta comenzó a crecer a gran velocidad, sacando hojas nuevas casi todos los días.Si hubiéramos dejado que la planta siguiera deteriorándose, probablemente, habría muerto. Con atención y un pequeño gesto logramos que sobreviviera y creciera bella y sana.

Maria Cristina Morey

Actitudes ante la vida



Luego de haber visto la película ¿Y tú, qué sabes?, dirigí mi mirada a una serie de especialistas que son mencionados en este especie de filme y documental, como por ejemplo el Dr. Masaru Emoto.

El planteamiento del Dr. Emoto, y de la cual hay también un libro que se llama “Los estados físicos del agua”, debe ser tomado como toda información nueva que llega a nuestras manos, como una plataforma para investigar más acerca de ello.

Su estudio, interesado en las propiedades curativas del agua, se basa en la premisa “demostrada” de que el agua como todo ser vivo, tiene una reacción a nivel celular ante ciertos estímulos del exterior, como la música o las palabras.

Estos estímulos las dieron como resultado formas sorprendentemente bellas y armónicas; y lo contrario. Bajo esta premisa, si los seres humanos, dice Emoto (que lo estoy traduciendo de manera muy elemental) somos 80 por ciento agua, reaccionamos de la misma manera a los estímulos del exterior: llámense palabras, actitudes, etc.

Sin que este sea el descubrimiento del hilo negro, Emoto pone en la mesa lo que ya otros gurús (Deepak Chopra, Osho, entre otros) sostienen: cómo las palabras y nuestra actitud respecto al mundo en nuestro organismo forman parte de un todo que impacta sobre nuestro cuerpo y la salud emocional, su relación con salud/enfermedad, felicidad/infelicidad, etc.

El cómo es el problema

La mejor forma de perder la vida es tener una cierta actitud ante ella. Las actitudes tienen su origen en la mente. Si cada una de nuestras actitudes (soy muy miedosa, insegura, no tengo suerte con los hombres, por poner ejemplos) todos estos pensamientos y miles más, se convierten en nuestras creaciones, y más tarde se convierten en prejuicios, invenciones pues.

Todas las actitudes respecto al mundo en realidad son profundamente egoístas, y básicamente absurdas. Básicamente lo ideal es no vivir la vida a través de filosofías o a través de patrones de conducta. Como normalmente lo hacemos, respondiendo a la vida en función de lo que nos contaron que era!!!

¿Debo comenzar de cero?

Parece ser que el secreto es abrirse a las infinitas posibilidades del universo. Eso nos convertirá en seres vulnerable, accesibles, y cuanto más vulnerable seas, más accesible serás y con ello tendrás mayores posibilidades de vida. Cosa que suena completamente lógica.

Según estas mismas premisas, son nuestras actitudes las que funcionan como barreras; entonces la vida nunca llega a nosotras como es, sino que la queremos modificar para encajar en cierta filosofía, en tu religión, en tu ideología y en esa misma adaptación, algo muere.

¿Es importante tener algún tipo de actitud ante la vida?

El reto que se plantea en este sentido es no tener ningún tipo de expectativa ante la vida. Sin imponernos ante ella. De lo contrario no haremos otra cosa más que perder.

Es mejor no poner etiquetas a la vida, dejarla abierta sin final, es mejor no clasificarla, no etiquetarla. Con ello, al menos nos acercamos a una experiencia más cósmica porque la existencia es un todo, es una unidad orgánica. La hoja más pequeña de hierba, la más pequeña de las hojas de un pobre árbol, es tan
importante como la más grande de las estrellas.

Nos precipitamos y luchamos por encarar la vida desde un cierto punto de vista, de ahí que nuestra vida se vuelva limitada.


Esmeralda Figueras
Tocamujer.com

En el laberinto


El camino vital es hermoso, pero somos nosotros quienes decidimos si lo caminamos con celeridad o despacio, deteniéndonos a saborear la paz, la alegría, el amor, la luz. Está en nuestras manos el decidir, cuando nos cruzamos con alguien en el sendero, si le cedemos espacio vital, compartiéndolo para que cada uno pueda andar su camino con total libertad sin interferencias, o si, por el contrario, le bloquearnos el paso ¿Cómo se hace eso de bloquear? Pues muy sencillo: con mentiras, engaños, rencores, infamias, celos, malos pensamientos, hablar mal de esa persona enviándole energía negativa, deseándole desastres vitales, no perdonándoles, odiándole, maldiciéndole, no aceptándole tal y como es. No hablar sinceramente desde el corazón equivale a emplearnos diligentemente a tarascar el camino vital de otros, y el nuestro propio. Tal vez nunca nos enseñaron. Me refiero a la encarnación actual- que tenemos derecho a decir cuando así lo queremos, decir no, y a decir si cuando así lo queramos. Sí, tenemos derecho, con total libertad, pues es un derecho de nacimiento, a decir no, gracias, y lo que uno quiera –con respeto, claro-. Bien es cierto que la sociedad nos enseña a manipular para obtener nuestros fines. No obstante, el camino de la manipulación está lleno de dolor, espinas y llanto. Forcejeamos para conseguir lo que queremos. Imponemos nuestros deseos sobre los de los demás. Pugnas y más pugnas por demostrar quién es más poderoso. Parece una lucha feroz por sobrevivir. Pero yo me cuestiono lo siguiente: ¿sobrevivir en qué y contra quién? Mi idea es que sobrevivimos contra nosotros mismos, cubriendo nuestra senda de dolor, desolación y soledad.
Vivimos físicamente juntos, pero creamos abismo insondables entre nosotros. Levantamos muros eternos de incomunicación, y a todo eso le ponemos un lazo de color de rosa con una etiqueta donde se puede leer la palabra amor. Cuanto más dice querer una persona a otra más la aprisiona, más la encarcela en su abrazo mortal. Porque querer es sinónimo de poseer. Si te poseo, si te dejas, sabré que me amas y que te amo. Y este lema parece ejercitarlo gran parte –demasiada- de la humanidad. Mas yo les miro las caras y no veo más infelicidad, amargura surcando sus rostros de triste cristal...
Pero no quieren escuchar. Están sordos y ciegos, como bloqueados. La relación con su cuerpo emocional, parece ser inexistente, tal vez se perdió en el canal del parto o venida a la Tierra. Tanta gente que no sabe amarse y por ende no sabe amar.

Rosetta Forner- Alas de Luz

Ventajas de la infelicidad


Uno de los equívocos de la sociedad actual es pensar que los seres humanos tenemos la obligación de ser felices todos los días del año. El culto a la ligereza y el optimismo hace que, en algunos casos, el más leve síntoma de desánimo sea combatido incluso con fármacos antidepresivos, que ahogan el síntoma y no nos permiten ver la causa, donde está la raíz de la curación.
¿Y si la infelicidad fuera un estado natural y necesario?
Cristina Llagostera lo plantea en los siguientes términos:
Reivindico la importancia de otros estados más desagradables, como son la insatisfacción o el malestar. La idea es: sin desequilibrio no hay avance, si siempre fuéramos felices no progresaríamos. Por eso es preciso aprender a vivir los síntomas o la insatisfacción de manera útil, para que puedan conducirnos a un nuevo orden, un nuevo equilibrio. A veces buscar únicamente la felicidad puede ser la mejor manera de no encontrarla.
Por consiguiente, podemos considerar nuestro estado de ánimo actual como un barómetro que nos señala donde estamos y qué cambios debemos introducir en nuestra existencia. La infelicidad, es este sentido, es una fiebre espiritual que nos invita a movilizar nuestros recursos para restablecer el equilibrio y entrar en una etapa más evolucionada.

Al mal viento, buena vela
Puesto que la vida no siempre es una balsa de aceite, un último requisito para la felicidad es aprender a navegar en medio de la tormenta. Hay días en que, sin razón aparente, todo el mundo parece enfadarse con nosotros y cualquier cosa que hagamos sale mal ¿Qué hace entonces?
Además de recordar que no hay un día que dure más de 24 horas, cuando todo a nuestro alrededor se tambalea, es el momento de izar nuestra curca salvadora: la sonrisa. Esta es la vela de la que dispone el alma para surcar las dificultades hasta llegar nuevamente a aguas tranquilas.
La felicidad tiene muchos ingredientes, pero hay dos que no pueden faltar y comparten buena parte de sus letras: el amor y el humor. Amor a los demás y a uno mismo y humor para observar creativamente nuestros problemas.
Cualquier vivencia que cocinemos con estos dos condimentos nos dejará buen sabor de boca.

Francesc Miralles.
Cuerpo y Mente

Sentimientos: Reconocerlos para reconocernos



Con demasiada frecuencia se dice a las mujeres: eres una sentimental, te dejas llevar por las emociones. Se dice que el lado izquierdo de nuesro cerebro ( el de las emociones) prevalece sobre el derecho, la razón. Se ha sobrevalorado o sobredimensionado la trascendencia de los sentimientos y las relaciones en las mujeres, desde el naturalismo, considerándonos como un manojo de emociones, hasta ciertos sectores del feminismo. Para la mayoría de las mujeres, el mundo afectivo, amoroso es básico en cuanto a la valoración de su propia vida y la construcción de su identidad, pero esto ni parece incompatible con un componente racional y calculador.
.. Cuenta una joven amiga en una carta sobre un viaje de vacaciones compartido con otras amigas. Dice mi joven amiga: Todas nos conocíamos de tiempo, conocíamos nuestros genios, nuestras formas de expresarnos y de organizar las cosas.
Esto no significa que no hubiera diferencias, hubo muchas broncas, pero eran comprensibles, tolerables. Podría hablarte de cada una de ellas y de las cosas que vivimos, que fueron muchas y muy diferentes, pero busquemos las cosas relevantes.
Durante el viaje se produjeron situaciones tensas “ estuvimos hablando sobre el deseo, la competencia y llegamos a la conclusión de que la sinceridad es necesaria. El fallo yo no lo encontré en los sentimientos de competitividad que habían surgido, pues ésta es inevitable si apostáramos firmemente por una misma cosa. La facilidad con que cada una acepte una derrota, pues es en el fondo lo es, debería estar basada en una fortaleza individual, una autonomía firme. Lo desastroso es que estos sentimientos nos creen sensaciones incontrolables, irracionales, que no queden claras, de forma abierta, simple, que estas sensaciones se interioricen y nos enfrenten, que compliquemos problemas más simples, más reales. “
En Nosotras, libres, amantes, creativas, innovadoras de Claudia Bepko y Jo- Ann Krestan, encontramos algunos argumentos que pueden hacernos reflexionar: “La historia del amor cultural se encuentra en el origen de una gran parte de la vergüenza y del miedo que experimentamos ante la idea de expresar nuestro verdadero yo o de hablar en profundidad sobre nuestros sentimientos de amor y odio”. Frecuentemente, sostienen las autoras, la fuerza y el protagonismo de las mujeres se menosprecian debido a la carga emocional, ya que, como hemos visto, la sociedad “desprestigia, desconfía y convierte en algo patológico los sentimiento”. Por otro lado, el impulso que nos mueve a expresarnos en un elemento decisivo contra la idea de mujer-objeto. Expresamente es también quejarse, decir no, opinar, hablar, libremente... En palabras de la poetisa Adrienne Rich : “La mujer creativa es la única que se niega a obedecer, que ha sabido decir no, que no está al servicio de lo demás”
La idea actual de los sentimientos está basada en los análisis que de ellos se hicieron en el siglo XVIII y que desembocó en el romanticismo, del cual somos deudores en este aspecto. El siglo de la razón se abandonó al sentimiento. A la explosión romántica sigue un repliegue emocional ante cualquier tipo de efusión sentimental. Especialmente en público, las emociones y los sentimientos se tratan como rasgos de puerilidad o debilidad. Éstá ha sido una larga lucha, siempre perdida: “¿Desde cuándo/ la natural ternura es un delito?”
No puede ser banal lo que perturba. Si hablamos de conflictos, de crisis, tendremos que hablar necesariamente de sentimientos; interrogarnos, como hace mi joven amiga, acerca de las razones de que nos inquiete y perturbe tanto su expresión. Recordemos que la palabra “crisis” en el idiona chino contiene dos ideogramas: uno remite a peligro, otro a oportunidad. En nuestras lengua, crisis se asocia casi exclusivamente a conflicto, aunque durante siglos sólo se utilizó como sinónimo de cambio, para bien o para mal, y su etimología griega sugiere separación, disentimiento, disputa, desenlace, resultado. En esta concepción, el conflicto, en sus diferentes manifestaciones, es también fuente de crecimiento. Ineludiblemente, a lo largo de la vida habremos de enfrentarnos a él. Explorar nuestros sentimientos ocultos nos pueden ayuda a comprenderlo.

Carmen Alborch- Malas

El saco de plumas


Había una vez un hombre que calumnió a un amigo suyo, todo por la envidia que tuvo al ver el éxito que este había alcanzado en su vida.

Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:
- Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?,
A lo que el hombre respondió:
- Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta de a una en una por donde vayas.

El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día ya las había soltado a todas. Volvió donde el sabio y le dijo:
- Ya he terminado
A lo que el sabio contestó:
- Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste.... Sal a la calle y búscalas.

El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no podría juntar casi ninguna. Al volver, el hombre sabio le dijo:

- Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste.

Desconozco autor

Resolver conflictos




Los conflictos entre las personas surgen, con mucha frecuencia, de la forma que tenemos de decir las cosas. Discutimos cuando reaccionamos de manera visceral a lo que la otra persona nos está diciendo y nos empeñamos en tener razón en vez de ponernos de acuerdo. Si practicamos el dialogo emocional, podremos transformar el conflicto en una oportunidad para el aprendizaje. Las claves para conseguirlo son: hablar de nuestros sentimientos, buscar el momento apropiado, no criticar y administrar la sinceridad.
Estoy sentado en una cafetería he quedado con mi mujer para ir hacer las compras y, como siempre he llegado con diez minutos de antelación. Mientras la espero, me entrego entretengo mirando las mesas de mi alrededor. En una esquina, una pareja me llama la atención están discutiendo airadamente, No puedo oír con claridad ki que se dice, pero por el tomo de voz que me llega y por las caras que veo, diría que tienen un buen conflicto.
La escena me inquieta. Aun sin conocerlos de nada, se me encoge el corazón, pues odio el conflicto. Pasan unos largos quince minutos, y allí siguen ellos, discutiendo y subiendo el tono por momentos. Ahora si que llegan partes de la discusión. Oigo que hablan de una vacaciones: “Pues si no puedes el 24, no hace falta ni que vengas” dice ella “Ya veo que no quieres bajar del burro...” le contesta él.
Por suerte llega mi mujer. Se sienta conmigo. Acabo mi café de un trago y nos levantamos para ir a hacer las compras, En la mesa de la esquina, las cosas siguen igual. Los miro sin disimulo. Me gustaría acercarme, detenerles y decirles “Dejadlo ya. Así es imposible que lo resolváis...”

Expresar sentimientos
Los conflictos no son un problema de razones, son un problema de emociones. Las conversaciones se convierten en discusiones porque reaccionamos emocionalmente a lo que el otro dice. En este contexto, llevar muy lejos las discusiones no resuelve nada.
Sólo hay un camino para abordar los conflictos: abrir la puerta al diálogo emocional, un diálogo que supone dejar de lado el asunto concreto sobre el que estamos discutiendo y comenzar a hablar sobre nuestros sentimientos. Porque el diálogo emocional consiste en compartir qué sentimientos despierto yo en ti cuando me comunico y qué sentimientos despiertas tú en mí.
Los conflictos son de sentimientos, y sólo compartiéndolos podemos abordar sus raíces y conseguir superarlos. El camino no es fácil. Exige cierta disciplina y ciertas reglas. Pero el resultado merece el esfuerzo: más allá de superar un determinado problema, supone una maravillosa ocasión para el crecimiento. Los conflictos, abordados a tiempos, resueltos a través del diálogo emocional, acaban siendo grandes maestros.
¿Cómo podemos abordar el diálogo emocional? Desde el punto de vista de la comunicación, hay tres reglas fundamentales que debemos tener muy presentes: la primera es elegir el momento adecuado, la segunda hacer observaciones en lugar de críticas; y la tercera administrar la sinceridad.
Ya que vamos a dialogar sobre sentimientos, lo primero y fundamental será estar en contacto con estos sentimientos. Es imprescindible mirar hacia nuestro interior e identificar lo que sentimos. No necesitamos justificar nuestros sentimientos o darles una explicación. Los sentimientos son, siempre legítimos, sólo necesitamos estar en contacto con ellos para poder compartirlos.
Cuando en una discusión nos hemos sentido agredidos, algo se mueve en nuestro interior y activa nuestras emociones. Si dejamos salir todas estas emociones inmediatamente, reaccionaremos de forma impulsiva, soltando todo lo que nos viene a la cabeza provocando, sin querer pequeños estropicios que multiplican y hacen crecer el conflicto. Son aquellas situaciones en las que acabamos diciendo cosas que nos gustaría no haber dicho.

F. Ramón- Cortés
Autor de La isla de los cinco faros.

Las alas son para volar

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Cuando se hizo mayor, su padre le dijo: "Hijo mío, no todos nacemos con alas. Si bien es cierto que no tienes obligación de volar, creo que sería una pena que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado"
-Pero yo no sé volar- contestó el hijo.
-Es verdad… - dijo el padre. Y, caminando, lo llevó hasta el borde del abismo de la montaña.
-¿Ves, hijo? Éste es el vacío. Cuando quieras volar vas a venir aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y, extendiendo las alas, volarás.
El hijo dudó.
-¿Y si me caigo?
-Aunque te caigas, no morirás. Sólo te harás algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento- contestó el padre.

El hijo volvió al pueblo a ver a sus amigos, a sus compañeros, aquellos con los que había caminado toda su vida.

Los más estrechos de mente le dijeron: "¿Estás loco? ¿Para qué? Tu padre está medio loco… ¿Para qué necesitas volar? ¿Por qué no te dejas de tonterías? ¿Quién necesita volar?".
Los mejores amigos le aconsejaron: "¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba a tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol. Pero… ¿desde la cima?".

El joven escuchó el consejo de quienes le querían. Subió a la copa de un árbol y, llenándose de coraje, saltó. Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero, desgraciadamente, se precipitó a tierra.

Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre.
-¡Me mentiste! No puedo volar. Lo he probado y ¡mira el golpe que me he dado! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.
-Hijo mío- dijo el padre -. Para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en paracaídas: necesitas cierta altura antes de saltar.
Para volar hay que empezar asumiendo riesgos.
Si no quieres, lo mejor quizás sea resignarse y seguir caminando para siempre.

Del libro "Déjame que te cuente". JORGE BUCAY

Cuenta conmigo


Pasaban los días y no podía dejar de pensar que, de algún modo, todo estaba relacionado. El problema de mi tío Pedro, el recuerdo de la muerte de mi padre, mis discusiones con mamá, la partida de Ludmila, mi relación con Gaby e incluso mi ansiedad respecto a Paula, esa nueva mujer que, desde luego, parecía decidida a no llamar. ¿Cuál era la conexión? ¿Mi desesperación frente a la soledad? ¿Mi inmadurez? ¿Mi microscópica capacidad de frustración? ¿Mi encubierta dependencia a la mirada calificadora de los demás?
Era domingo y el día amenazaba con ser gris, triste, largo y silencioso. Y como me sentía solo, empecé a pensar en la biografía de mi soledad. No era la soledad del que está solo como diferenciaba el Gordo, sino la de los que se sienten solos aunque estén rodeados de otros.
Esa sensación la conocí, como tantas otras cosas, de las buenas y de las malas, al lado de Gaby. Fue el último año de nuestra pareja, cuando me sentí verdaderamente solo por primera vez en mi vida. Mi matrimonio iba mal. Las discusiones se hacían cada vez más frecuentes y siempre terminaban en gritos o en portazos. Hoy comprendo que posiblemente por eso yo hacía todo lo posible por no estar en la casa. Dolorido y confuso, me llene de trabajo ( el típico escapismo de todos los hombres, me había dicho María Lidia) Extendí el horario del consultorio, tomé más clases a mi cargo en la cátedra y hasta retomé la práctica hospitalaria (Médico de sala de Nefrología cada mañana y dos días de guardia por semana, viernes y domingo) Los brevísimos periodos de tiempo en que coincidíamos con Gaby en la casa y yo no estaba durmiendo, los usábamos para pasar lista a su largo catálogo de reproches, para discutir sin escucharnos.
Pensándolo bien, no es extraño que tenga tan pocos recuerdos de aquella etapa. Casi un año de mi vida se resume en : salgo a trabajar a las siete de la mañana, vuelvo a las diez de la noche, como cualquier cosa que haya en la nevera sin calentarlo, me hago café, discuto un rato con Gaby, le digo, tengo sueño, que estoy cansado, y me duermo, a veces en el dormitorio, a veces en el sofá, a veces como un refugiado de vuelta en el hospital.
Aquel periodo es una enorme nebulosa en mi vida que termina (¿termina?) una mañana cuando al salir del baño veo a Gaby haciendo una maleta. Me quedé mirándola sin decir una palabra, apoyado contra el marco de la puerta.
- La semana que viene vengo a buscar el resto de mis cosas- me dijo.
Se le caían las lágrimas, pero o tenia furia ni odio.
Ocúpate tú de separar los libros, los discos - ordenó- no quiero discutir más.
¿Adonde vas?-pregunté, más por cortesía que por interés.
He alquilado un apartamento. En el cajón de la cocina están la dirección y el teléfono, aunque si puedes evitar llamarme, mejor.
Y se que. Sin un beso ni un adiós.
Hoy lo comprendo. en momentos como ése un simple adiós verdaderamente hubiera sido poco y un beso seguramente demasiado.
Siempre se mezclan dolor y vergüenza, cuando revivo la sensación de alivió que me inundó al ver que cerraba la puerta.
Me parece increíble recordar que al volver a casa las primeras noches siempre me acompañaba el temor de que Gaby estuviera esperándome arrepentida, como había sucedido tantas veces. Abría la puerta, encendía la luz y me detenía en el pasillo, sin terminar de entrar, escuchando el profundo y tranquilizador silencio del ambiente.
Por supuesto que, pasada la euforia inicial, después de disfrutar de mi soledad y de su ausencia, después de sentir que recuperaba mi libertad y mi independencia, después de felicitarme por no haberla llamado y regocijarme de no encontrar sus mensajes grabados en mi contestador como era previsible, comencé a echarla de menos. Y era lógico echarla de menos. Había sido parte de mi vida durante tantos años que no podía pretender que se desvaneciera de ella en un par de meses.
Nadie se dedicar a recordad los malos momentos pasados su el otro ya no está allí para recrearlos - me diría el Gordo después. Y entonces uno se queda a mercede de sus nadamasquebuenos, recuerdos, obligándose a hacer ridículos esfuerzos monotemáticos para no olvidar el sufrimiento perdido. Aquella pena padecida que justifica frente a uno mismo el haber renunciado a lo que ya no está.
Muchas veces, cuando pienso estas cosas- le dije- me pregunto si el autor del tango nos engañaba, se engañaba o solamente le pasaba lo mismo que a mí, cuando escribió aquella letra: "No habrá ninguna igual, no habrá ninguna".
Como dice Humberto Maturana - recordó el Gordo- los científicos, los psicólogos y los filósofos no tienen más que preguntas, sólo los poetas tienen las respuestas. ¿Te acuerdas de aquel libro que me regalaste hace tantos años, la Antología poética de Hamlet Lima Quintana?

Allí estaba la respuesta a nuestras preguntas hoy.
Nadie tiene el rostro de mi amada.
Un rostro donde los pájaros
distribuyen tareas matinales.
Nadie tiene las manos de mi amada.
Unas manos que se templan en el sol
cuando acarician lo pobre de mi vida.
Nadie tiene ojos donde los peces nada libremente
olvidados del anzuelo y la sequía,
olvidados de mí que los aguardo
como el antiguo pescador de la esperanza.
Nadie tiene la voz con la que habla mi amada.
Una voz que ni siquiera roza las palabras
como si fuera canto permanente.
Nadie tiene la luz que la circunda
ni esa ausencia de sol cuando se abisma.
A veces pienso que nadie tiene, nadie, todo eso
ni siquiera ella misma

Entendí todo, o creí entenderlo y quizá por eso en el camino de vuelta encontré poesía en aquello que me decía mi madre, cada vez que se enteraba de mis demasiado frecuentes peleas con Gaby:
Puedes pegar una cinta engomada en tu mano.
Y si lo haces con cuidado la unión queda firme y se mantiene.
Puede despegarla y pegarla de nuevo pero su adherencia ya no será la misma que la primera vez.
Puedes repetir la operación más veces, pero cada ciclo el agarre de la goma será menor.
La razón es evidente... cada vez, pedacitos de tu piel pequeños e invisibles son arrancados en el tirón.
Son estos desgarros microscópicos
los que impiden que la unión se vuelva estable o duradera.
Son esos pequeños desgarros sumados los que finalmente, un día consiguen que la cinta no se pegue más.

llegué a Buenos Aires cerrando un circuito de mensajes ( o ¿debería decir mandatos?) dejados por las mujeres de mi familia. Llegué tarareando la copla que a veces cantaba mi abuela:
Y por mucho que duela mi herida
por mis ojos te puedo jurar
que tu ropa jamás en la vida
juntito a la mía se vuelve a lavar.

Jorge Bucay-
Libro cuenta conmigo.
RBA Integral