Aflojar las riendas


A menudo debemos enfrentarnos a hechos que están fuera de nuestro control. La renuncia se convierte, entonces, en algo necesario y saludable.

La palabra renuncia ha tenido tradicionalmente connotaciones negativas, ya que, como seres apegados que somos, nos cuesta abandonar aquello, que creemos nuestro. Es así como llegamos a relacionar la renuncia con ideas de resignación, sacrificio o, incluso, de autocastigo. Pero nada más lejos de la realidad. Renunciar, en un sentido positivo, consiste en aflojar las riendas de nuestros control y averiguar qué aspectos de nuestra vida y de nuestro entorno no necesitan nuestra intervención.

Nuestra lista de renuncias
La renuncia implica comprender y aceptar que existe cierto orden en el universo que es preciso respetar si queremos viajar por la vida más dichosos y ligeros de equipaje.
Para lograrlo, podemos completar una lista como la siguiente con todas las cosas a las que podríamos renunciar:


Renuncio a…
- Mi necesidad de tener razón
- Querer sentirme aprobado por los demás
- Tratar de controlarlo todo
- Manipular o interferir en las decisiones de los demás
- Oponerme a la realidad que la vida me presenta.
- Impedir que los otros vivan sus experiencias y aprendan de ello, aunque me duela.
- Sufrir ante aquello que no puedo cambiar.
- Juzgar a los demás
- Asumir funciones que no me corresponden
- Luchar por retener cosas que, en realidad, no necesito.
- Y recordaremos que si nos toca cabalgar a lomos de experiencias cuyo intento de control nos produce sufrimiento, soltemos las bridas y cooperemos con la vida permitiéndole que haga su parte: solo así nos sentiremos verdaderamente libres.



Vanessa Gil-
Mente Sana

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