La exteriorización de los conflictos



¿Cómo exteriorizamos nuestros conflictos internos, nuestros malestares, la ira, la rabia, el enfado? ¿Puede haber explosiones útiles? ¿Puede la rabia transformarse en algo positivo? “Reñidas con el mundo” “incomprendidas injustamente tratadas”.. ¿Té suena todo esto? Es la expresión de una queja que responde a una inquietante desazón interior. Nos sentimos culpables, por demasiadas cosas, sufrimos chascos, decepciones, defraudadas sin que quien nos falla o nos exaspera lo haga a propósito. En ocasiones, esta percepción es más bien una consecuencia de la expectativas desmesuradas, basadas en meras presunciones o en proyecciones. Cuanto más fantaseamos, más nos frustramos. Recordemos que el deseo está detrás de cada sentimiento. Cómo no, los desencuentros entre mujeres, sin importar cuál sea la razón que los provoque, han dado lugar a expresiones misóginas, dichos y latiguillos que responden a los estereotipos sociales acuñados a lo largo de los años. Lo fatal es que los sentimientos encontrados acaban traduciéndose en negativa hostilidad. ¿Cómo liberamos la agresividad que vamos incubando? ¿Cómo nos deshacemos de nuestros malestares íntimos?.
Deborah Tannen señala que muchas sociedades han encontrado recursos para negociar el conflicto y, mediante ciertos rituales, han conseguido dar rienda suelta a la agresividad sin llegar a la violencia; por ejemplo, la costumbre china denominada “envilecer las calles”, una practica favorita de las mujeres que consiste en encaramarse al techo de sus casas y pasar horas y horas increpando, desahogándose.
Mabel Burin nos plantea utilizar la hostilidad en un recurso vital, de modo que en vez de usarla para dañarnos podamos convertirla en un deseo de transformación de creación.
Según José Antonio Marina y Marisa López Penas estos malestares íntimos obstaculizan o impiden la consecución de nuestros deseos. Son sentimientos negativos que se desencadenan por una desgracia propia o ajena, un desengaño o un fracaso, y conducen a la tristeza, la ira, el despecho p el enfado, en una larga gradación de matices.
La tristeza es un sentimiento volcado hacia adentro de impotencia y pasividad, de abatimiento, que produce una tendencia a la desesperanza y a la retirada interior; la envidia también se define como una forma de tristeza: tristeza del bien ajeno; es tristeza asimismo el arrepentimiento: pesar por el daño hecho. La tristeza tiene distintas expresiones y recibe diferentes denominaciones: abatimiento, infelicidad, melancolía.. Al contrario que la tristeza, la ira es extravertida, agresiva, activa; se desencadena frente a algo que se percibe hostil y dañino; si no se desahoga con el tiempo se acaba convirtiendo en odio, que tiene una gestación lenta y reflexiva. El despecho podría considerarse como una manifestación trágica de la ira, un fracaso en los empeños de la vanidad. El enfado, por su parte, es un disgusto producido por alguien, y puede darse con reciprocidad, mientras que la ira es de dirección única, dicen los autores del Diccionario de los sentimientos. El enfado nos puede conducir al enojo dañino, ese rencor vivo del que habla Juan Rulfo en Pedro Páramo, el rencor que te puede llegar a devorar.
Este conjunto de sentimientos nos aboca a veces a la explosión frente a otras mujeres, al boicoteo de nostras mismas. Sin embargo, es necesario señalar que no en todos los casos las explosiones pueden considerarse como negativas. Hay explosiones útiles que ayudan a avanzar, a mejorar la calidad de las relaciones, aunque en el proceso se produzca dolor (qué importante es aquí la utilización del lenguaje adecuado, la elección del momento oportuno para manifestar en enfado o el despecho). Porque se trataría más bien de sacar el enojo que llevamos dentro provocado por circunstancias o factores de índole diversa. En nuestra reeducación también es importante aprender a librarnos.de los deseos rabiosos, reelaborarlos.
Lo cierto es que nadie nos enseña a expresar con propiedad y a manejar adecuadamente nuestros sentimientos. La represión de algunos de ellos desemboca en autoagresividad: nos olvidamos de nosotras mismas y nuestro cuerpo protesta. El cuerpo, que está ligado estrechamente a l inconsciente, tiene una sabiduría particular con respecto a la elección del momento oportuno para afrontar los conflictos. El cuerpo no sólo protesta por el engaño sino que también nos avisa de los peligros de la sinceridad precipitada. La mente, el cuerpo y el inconsciente no son entidades separadas. Insisto: tenemos que aprender a cuidarnos.


Malas - Carmen Alborch
Aguilar ISBN 84-03-09294-6

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