
La forma en que te tratas está profundamente basada en la opinión que tienes sobre ti mismo. Estas ideas acerca de cómo eres, lo que eres capaz de hacer y tu valía personal comienzan a aparecer muy pronto en tu desarrollo, y a menos que las cambies, permanecerán contigo durante toda tu vida. Dependen del modo en que fuiste tratado y de lo que opinaban sobre ti cuando llegaste a la adolescencia.
La opinión que tienes de ti mismo y lo que crees acerca de ti, se formó por el modo en que tus padres te respondían. Entonces hiciste tuyo ese conocimiento y te forjaste cierta imagen de ti mismo. Si fuiste abandonado y descuidaron de tus necesidades básicas, como adulto tendrás dificultad para confiar en los demás; Si te avergonzaban y te humillaban, de mayor serás una persona muy reservada y tímida; si fuiste educado con reglas y valores morales muy rígidos, al crecer tendrás problemas con el sentimiento de culpabilidad. Estas creencias y conductas aprendidas en la niñez pueden convertirse en respuestas irracionales en la vida adulta e interferir en nuestra capacidad para tener relaciones abiertas, sinceras y seguras.
A medida que se va produciendo el crecimiento, los rasgos de la personalidad innata de cada individuo resultan oprimidos por los efectos del entrono, que forman la estructura y los procesos con lo que nos acostumbran a crecer, a aprender, a cambiar y a reestructurar nuestras creencias, valores y actitudes sobre nosotros mismos, los demás y los acontecimientos.
Si la imagen de nosotros que nuestros padres reflejaron fue la de un ser valioso y digno de amor que se merecía todo el cariño, las preocupaciones y la paciencia que se necesitan para criar un niño, no tendremos de mayores ningún problema para sentir nuestra valía personal. Si por el contrario, fuimos descuidados, sobreprotegidos o se nos transmitieron mensajes incoherentes o con doble intención acerca de nuestra valía personal, seremos adultos confusos y llenos de dudas; nos sentiremos desconfiados, tímidos, culpables, sin valor alguno e incluso podemos llegar a odiarnos a nosotros mismos.
La mayoría de las personas pasan toda su vida buscando y tratando de confirmar el concepto que tienen de sí mismos. Esas confirmaciones suelen reforzar los modelos originales de la niñez. Como adultos, es importante recordar que el concepto que tengamos de nosotros mismo fue creado por las propias inseguridades, por los problemas y por la inmadurez de nuestros padres. Sin embargo, ahora estas disfunciones las hemos hecho propias al adoptar la autoimagen distorsionada que ellos, quizás sin saberlo, nos traspasaron.
A pesar de que el ciclo de malos tratos o el temor a exponer los sentimientos y la vergüenza se haya perpetuado y traspasado en tu familia de una generación a otra, puedes usar tu intelecto para detener ese proceso destructivo y cambiar esos menajes. Puedes volver a hacer de padre/madre contigo mismo con amor, y criar y educar a tus hijos para que se acepten y se amen a sí mismos.
Si a un niño le transmitimos mensajes positivos y le ofrecemos el cariño que necesita para desarrollar un concepto positivo de sí mismo, para él eso será arte del proceso natural de la vida, y crecerá SINDO responsable y cariñoso. Sin embargo, el niño cuyo concepto de sí mismo fue dañado, tendrá que vencer muchos problemas en el transcurso de su vida.
Algunas consecuencias de un pobre concepto de nosotros son las creencias distorsionadas y erróneas relacionadas con los aspectos básicos de nuestra identidad, como pueden ser la capacidad para amar, la valía personal, la competencia, la incongruencia entre las propias impresiones y las respuestas y reacciones de los demás y una actitud rígida y a la defensiva hacia uno mismo. Una persona así es su peor enemigo, porque está constantemente criticándose y culpándose. Para estas personas es muy difícil madurar, porque se sienten encerrados en modelos de pensamiento y emociones infantiles e ilógicos. A pesar de ello, podemos reprogramar estas ideas infantiles usando la inteligencia.
Es probable que todos los seres humanos hayamos sufrido algún daño en el concepto de nosotros mismos. Muy pocos fuimos lo bastante afortunados como para tener unos padres completamente seguros de sí mismos, y dotados con una capacidad emocional equilibrada, que estuvieran siempre disponibles para nosotros. Tan sólo hace unos quince años se comenzaron a establecer clases de paternidad, en las que se enseña a los padres a considerar a sus hijos como un don y un regalo, en lugar de cómo una propiedad o un bien que sólo servía para trabajar en la granja familiar o para cuidar de ellos cuando fueran ancianos.
Además del papel que tus padres desempeñaron en la formación de la idea que tienes de ti mismo, huno otros factores que influyeron y contribuyeron. Uno fue la influencia de la estructura familiar. Por ejemplo, en una familia con muchos hijos, las necesidades del individuo son casi imposibles de satisfacer. En segundo lugar, si la familia enviaran mensajes al niño que pueden ser un refuerzo o un contraste con los mensajes de los padres. A veces, un niño criado por padres con disfunciones encontrará cariño y apoyo del abuelo o de los tíos, o incluso de los vecinos, maestros y amigos de la familia.
Finalmente, los acontecimientos de la vida contribuyen también. Entre los hechos más significativos están las enfermedades, sufrir la muerte, la pérdida o abandono de uno de los padres, hermanos, amigos, abuelos o algún otro ser querido; cambiar frecuentemente de lugar de residencia, como es el caso de los hijos de militares; La interrupción de relaciones con los padres, la adopción y los malos tratos o la negligencia por parte de los padres.
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