Superar el desánimo




La raíz griega pathos que, según el contexto que se utilice, se puede traducir como sentimiento, interés, dolor o dolencia, forma parte de una decena de palabras de nuestro lenguaje cotidiano, así como de un centenar de términos médicos.
De este modo, encuentras sim-pático a quien crees que siente las cosas de forma similar a la tuya, y anti-pático a quien piensa o actúa con sentimientos totalmente contrarios a los tuyos o te muestra su rechazo. Se llama em-patía a la situación en la que dos personas son capaces de vibrar en sintonía con las emociones del otro, al punto de comprenderlas como si fueran propias. Como ya puedes deducir, la palabra a-patía, precedida por el prefijo negativo a-, describe ese estado de falta de interés, de emoción o de compromiso; un término que define el estado que en nuestros tiempo invade con demasiada frecuencia a muchas personas y a caso todos nosotros en algún momento de la vida.
Esta indiferencia o desgana, esta falta de motivación, no siempre estuvo cargada de una impresión tan crítica; de hecho, en los primeros tiempos del cristianismo, se utilizaba el término apatía para ensalzar el estado de gracia de aquellos que son capaces de despreciar lo mundano, refugiándose en la elevación de la relación con lo divino. Se trata de ideas emparentados con el concepto hinduista de la espiritualidad y la práctica de la meditación método para conquistar la iluminación; aquí la palabra no se apatía ni indeferencia, sino desapego.

Causas y síntomas
En el presente, la palabra apatía ha perdido aquella connotación de espiritualidad y de renuncia a lo material. En el lenguaje más coloquial, hoy expresa un concepto mucho menos virtuoso; se la vincula a la pereza, a la depresión y a la actitud de abandono personal, en el más oscuro de los sentidos.
Aunque la apatía no constituye en sí misma una enfermedad, podría ser muchas veces una puerta de conexión con el vicioso círculo de la depresión, especialmente si no se es capaz de vencerla, dejando que invada cada pensamiento y achate cada sentimiento hasta condicionar cada conducta.
Como cualquier síntoma, la apatía puede ser el resultado de muchas cosas:- Una determinada actitud aprendida cultural o familiarmente.
- Una expresión secundaria de otras enfermedades –psíquicas o no-
- El efecto de ciertos medicamentos.
- El consumo de drogas o alcohol.
- Una situación puntual de impacto psicofísico, como una pérdida, una situación real de riesgo vital, un cambio trascendente e inesperado en la realidad de la persona – aunque sea positivo- el diagnóstico de una enfermedad terminal…
Los síntomas más característicos son:- Una pérdida de interés hacia las cosas que antes hacían disfrutar a la persona.
- El sentirse triste, decaído emocionalmente o cabizbajo.
El abatimiento, el sentimiento de indignidad y la culpa, junto con la soledad del aislamiento, la falta de motivación que llevan a las personas apáticas a pedir ayuda profesional, aunque la mayoría de las veces lo hacen empujadas por otros.
Y la terapia de siempre muestra que padecen de cierta vivencia –consciente en el subconsciente- de frustración o de rechazo repetido y previsible, lo que explica la imagen exageradamente negativa que tienen de sí mismas. Los apáticos se creen inadecuados o inútiles, y atribuyen sus experiencias desagradables y sus futuros fracasos a un defecto que consideran estigmático, aun en los coses en los que saben que es transitorio. Consideran que el mundo vive planteándoles exigencias que exceden su potencial y poniéndoles obstáculos que interfieren en el logro de sus metas. Y es que casi todos, cuando nos gana la patía, sobre valoramos los obstáculos, exageramos la dificultades y minimizamos la fuerza de nuestros recursos. Simplificamos en demasía nuestro análisis o generalizamos al hacer predicciones negativas del futuro.

Jorge Bucay
Mente Sana

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