Praticar la autoestima I
La mirada que tenemos sobre nosotros mismos es el punto de partida de cómo nos desenvolvemos en todos los ámbitos de nuestra vida. Si queremos evolucionar como personas, tenemos que empezar por cultivar todos aquellos aspectos que interfieren entre nuestro juicio y el de los demás. La clave es aceptar lo que somos, identificar aquellas actitudes que nos alejan de nosotros mismos y pasar a la acción para transformarlas.
La autoestima es inherente a la naturaleza humana,. No es consustancial, como la respiración, el hambre o el sueño. No hay un solo ser humano que no tenga una idea de sí mismo y de su valor a sus propios ojos y a los de los demás.
La autoestima es lo que pensamos de nosotros mismos, cómo nos sentimos con respecto a esos sentimientos y cómo aplicamos todo ello a nuestra vida.
Esta mezcla de opiniones y jucicios nos coloca a menudo en una encrucijada: la del juicio respecto al yo y el juicio del yo bajo la mirada de los demás. Porque la autoestima sólo tiene sentido en el ámbito de las relaciones sociales.
Afecta nuestro modo de ser
La autoestima se expresa a través de nuestras emociones determina nuestro bienestar interior, nuestra tranquilidad e inquietud. A través de los comportamientos los arrebatos y bloqueos también responden a su influjo, tanto en nuestras relaciones como en nuestros actos. Y a través de nuestros pensamentos: hace que nuestra mirada tienda a orientarse hacia las carencias o amenzas, o que se muestre capaz de ver también el resto de las cosas. La autoestima es la resultante de todo ello, la mirada sobre uno mismo, las emociones que esto implica y los comportamientos que induce.
Esta relación íntima con nosotros mismos es en buena parte automática, secreta e incontrolable; sería tan sencillo decir quererse de una vez por todas. No obstante, aunque no resulta tan fácil, podemos evolucionar y mejorarla con un proceso de instrospección y acción.
¿Por qué existe la autoestima?
En primer lugar, tenemos autoestima porque tenemos autoconsciencia. Estamos dotados de la capacidad de reflexionar, de observarnos mientras actuamos.
Tenemos la oportunidad de mantener una distancia respecto a nosotros mismos, analizarnos, y por tanto, transformarnos, adaptarnos y mejorarnos. El problema viene cuando utilizamos esta capacidad para criticarnos e infravalorarnos; para hacernos la vida imposible e incómoda, y a veces estéril, ya que estas agresiones sobre uno mismo pueden paralizar toda forma de acción.
Y, en segundo lugar, porque la autoestima está ligada a nuestro estatus de animal social. En tanto seres humanos, nuestra supervivencia sólo se concibe entre nuestros semejantes, en una relación más o menos estrecha con ellos. Y en la preocupación, a veces la aprensión, de lo que piensan y sienten respecto a nosotros. Estamos naturalmente dotados de un sentido del otro para pode al menos levemente, descodificar sus necesidades poder suponer e imaginar lo que piensa el otro.
Esto tiene su parte positiva, ya que nos permite ver si somos aceptados, y adaptarnos si no lo somos. Pero a veces se pueden convertir en una desgracia cuando esta función de detección se convierte en imaginación: suponemos en lugar de observar, tenemos en lugar de esperar a ver que ocurre. Solamente vemos una mirada intrusa y un juicio severo en el otro. Tenemos el rechazo en vez de suscitar la aceptación. Recelamos del fracaso en lugar de perseguir el éxito.
Christophe Andrée
Psiquiatra del Hospital de Santa Anne de Paris.
Practicas de la autoestima Ed. Kairos
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