Agresión pasiva


La agresión pasiva no es susceptible de ser demostrada físicamente, por ejemplo, ante un médico forense que pueda determinar lesiones producidas por alguien que recurre a este tipo de procedimientos para lograr sus objetivos.

Pero sucede con frecuencia que ambos tipos de agresión, la activa y la pasiva, van de la mano, produciendo un daño cada vez mayor, hasta que la víctima, que no soporta más lo que está viviendo, resuelve alejarse.
Comienza entonces un largo proceso cuyo primer paso es sentarse a tomar café consigo mismo para evaluar cuál es el nivel de autoestima que tiene para hacer frente en un futuro cercano a la reacción, seguramente ahora sí violenta, de quien se puede quedar cuestionado por su conducta.

Los manipuladores son personas que por distintos motivos no han podido alcanzar la madurez, Son incapaces de defender sus principios sin intentar pasar siempre por encima de los demás.
Son justamente esos motivos los que los llevan a no poder desarrollar una adecuada tolerancia a la frustración, que no es otra cosa que admitir que no todos nuestros proyectos, que no todos nuestros sueños, han de cumplirse a rajatabla, y que es muy probable que una cierta porción de ellos pueda, por distintas razones quedarse en la cuneta.
El hecho de que no todas nuestras metas y nuestros objetivos puedan cumplirse no nos habilita a perder la tolerancia y el respeto por los proyectos de quienes diariamente conviven con nosotros, y mucho menos nos autoriza a ejercer todo tipo de violencia como forma de demostrar nuestra imparcialidad para lograr aquello que queremos para nuestra vida.
Si cada uno de nosotros fuera capaz de decir sí, cuando realmente siente que debe decirlo, y de decir no, cuando no estamos de acuerdo, pondríamos un freno importante al avasallamiento del cual somos objeto en las sociedades en las que vivimos.
La competitividad se ha convertido en uno de los objetivos fundamentales, pero no para destacarse por ser el mejor, sino como forma de destruir a quienes nos rodean, a los cuales contemplamos como potenciales enemigos que supuestamente pugnan por ocupar nuestro lugar.
El agresor, ya sea activo o pasivo, busca siempre imponer su opinión, no importa el precio que deban pagar quienes sufren esa conducta imperativa, y necesita asimismo de la aprobación de los demás, ya sea de forma espontánea o a través de la violencia ejercida desde todos lo ángulos posibles.
Transmitir lo que sinceramente pensamos y sentimos acerca de una determinada cuestión no resulta sencillo hoy en día y determina un esfuerzo importante por parte de quien debe hacerlo, resultando más sencillo falsear ese pensamiento o ese sentimiento identificándonos con lo que piensa y siente la mayoría de la gente, no comprometiéndonos de ese modo con nuestra propia verdad.
De esta manera no sólo somos víctimas de una agresión pasiva, sino que también tenemos una responsabilidad compartida en lo que nos sucede, por no ser capaces de verbalizar aquello que nos gusta y también lo que no nos gusta.
La agresión se convierte entonces en el arma preferida del manipulador porque amedrenta, porque asusta, porque amenaza y aterroriza a quien sufre este tipo de trato, logrando justamente a través de la desesperación de su víctima los propósitos que los animan.
Cuanto más desesperada está la persona que soporta el asedio, más avanza el manipulador y más agresivo se torna.
Todos conocemos la agresión activa: gritos, órdenes, lenguaje imperativo, ausencia de consideración por lo que piensa el otro y actitud de violencia ante el mínimo itnento de defensa de su territorio por parte de la víctima.
La agresión pasiva, que como hemos visto, puede llegar a ser tan grave como la anterior, puede ejercerse con una suavidad externa, que incluso por momentos puede hacer dudar si estamos frente a un manipulador o a un ser que, con su dulzura y sus buenos modos, pretender extraer lo mejor de nosotros.
Este tipo de agresión es realmente mucho más difícil de probar. Pero sólo es cuestión de tiempo. Porque el manipulador que utiliza la agresión pasiva, en la medida que no logra sus objetivos, rápidamente pasa a la agresión activa, con todos los tipos de violencia que es capaz de desplegar sin miramiento alguno para lograr lo que quiere.


Walter Dresel- Yo te manipulo ¿y tú que haces?

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