Recuperando el poder femenino I parte




Todo vínculo afectivo es alimento espiritual. De hecho, nuestro primer vínculo, es decir, el contacto con la madre, condicionará nuestras relaciones futuras. Recuperar el poder femenino, la esencia nutricia, puede ayudar a las mujeres a sanar su pasado y ser libres para criar niños felices y confiados.


El mundo está enfermo de energía masculina mal entendida. Se usa la fuerza en contra de nosotros mismos, el poder creativo a favor de unos pocos y la inteligencia ha sido comparada por la corrupción. Para colmo, quedan pocas mujeres en el mundo, ya que la mayoría de nosotras hemos adoptado los modelos masculinos, dando prioridad a la acción, la palabra, el comercio, la política, las leyes y la razón, creyendo que así nos salvaremos.
Somos pocas las mujeres dispuestas a dar rienda suelta a la energía femenina de introspección, reflexión, meditación y silencio. Por lo tanto, los niños que siguen naciendo se ven desprovistos de cuidados femeninos que requieren un fluir prolongado en la oscuridad del amor hogareño. No importa cuántas mujeres-mujeres seamos, constataremos que todos los niños nacen exactamente igual, con las mismas expectativas. Toda criatura que vive en armonía con el cuerpo materno desea abandonarse al placer. En ese bienestar, su cuerpo y su alma pueden permanecer en estado de beatitud. Porque la confianza es la sensación básica y se va a mantener en la medida en que el niño no sea separado del cuerpo materno y que no experimente el abandono afectivo. En cambio, si el niño pierde la confianza porque no encuentra a una madre disponible, necesitará inventar estrategias para sobrevivir que serán frágiles y le harán perder serenidad y fluidez interna. No es que esa madre no lo ame. Esa madre necesitará salvarse a sí misma en el mundo exterior, sabiéndose desamparada con el aval de todos nosotros, que le decimos que haga exactamente esO, que salga, huya, trabaje, grite, piense, luche sea fuerte.

El amor innato
Amar y ser amado es básico para el ser humano. Cuando eso sucede desde la primera infancia, se instala la confianza y con ello la inocencia, en el sentido más profundo, es decir, el deseo de procurar siempre el bien. La confianza está basada en que el otro va a ser el dador y va a recibir amor en proporciones suficientes para unos y otros.


La generosidad y la capacidad de amar son cualidades humanas naturales que nos hacen bien, nos enriquecen. En cambio, el hecho de retener, de acumular, no es innato sino que es consecuencia del desamor, el silencio y el instinto de supervivencia. Retener y no dar es un mecanismo de salvación en la guerra emocional. Los niños, desde que llegan al mundo, son capaces de conocer, asimilar, investigar y aprender. Todo niño, para lograr su autonomía corporal y emocional necesita la seguridad que le ofrece el cuerpo materno. Pero si el cuerpo no está y el niño es expulsado al vacío emocional, quedará preso de sus inseguridades y solo querrá salvarse.
Las madres y los padres que hemos podido estar disponibles para nuestros hijos tenemos la certeza de que los niños son generosos y buscan el bienestar de todos, que quieren complacer a quienes están con él, que solo pretenden desplegar su vitalidad, que prioriza el bienestar de los demás...Los niños amados y amparados son pacientes comprensivos y respetuosos. Ellos entienden el mundo tal y como lo experimentan.
Cuando apuntamos a destruir la confianza, la generosidad y la transformación innata en los pequeños, es porque provenimos de historias donde el engaño, el sometimiento a las necesidades de otros y el miedo han acaparado nuestra vida. El temor y la resignación son formas de supervivencia.
Venimos al mundo con bienestar, nuestro estado innato, pero lo perdemos en el camino. La felicidad solo dependerá de nuestra capacidad de amar y de ser amados.

Escuchar nuestra sabiduría intuitiva
Es tan sencillo reconocer que las madres podemos nutrir amorosamente, permanecimiento corporal y afectivamente disponibles para los niños... Pero, paradójicamente, dependemos de que la ciencia lo descubra, algo que la humanidad sabe y viene reprimiendo desde hace siglos. Cuando algún genio hombre, científico y occidental publique las conclusiones basadas en miles de casos estudiados, afirmando que los niños que permanecen pegados al cuerpo de la madre son libres, entonces las madres lo tendremos en cuenta.
Si cambiamos el saber intuitivo por las suposiciones externas y objetivamente comprobables, no disfrutaremos del descubrimiento personal, no viviremos con la suficiente intensidad ese amor por el niño que es nuestro. Ese amor femenino único, revolucionario. No importan los métodos. No hay reglas, modas, teorías, escuelas, culturas ni internet que reemplacen el atrevimiento de ser femeninamente libres. Parir, criar, amamantar, desesperar, llorar, morir y resucitar..., son experiencias cotidianas cuando el niño pequeño está embelesado y apasionadamente adherido al cuerpo materno.
Esa es la forma de vivirlo, la única manera en que cada niño se sabe nutrido, con la voracidad que le es propia y la inteligencia centrada en su deseo.


Laura Gutman
La revolución de las madres RBA

2 comentarios:

Jurema dijo...

Hola Anna!
Hace tiempo que no te visito por falta de tiempo..
Pero cuando te visito disfruto y me relajo, todo lo que posteas es nutritivo y bello..
Un abrazo

AnnaMArnau dijo...

Hola CHaro!!!
Si se que andamos muy ocupados, siempre me encanta verte por aqui o por alli,
Un abrazo