La ausencia que hiere


Todo lo que hacemos o dejamos de hacer aumenta o dsiminuye el nivel de sufrimiento de quienes nos rodean. La pasividad, por falta de conciencia o por irresponsabilidad, es una respuesta desadaptativa a las demanadas de la vida. Y una de las formas que adopta es el perfil del ausente.
Ausente de sí mismo, de sus relaciones, de la vida.. es incapaz de comprometerse consigo mismo ni con los demás. Desconectado de la realidad, vive pendiente de sus necesidades y prescinde de quienes le rodean. Por miedo, por comodidad, por ignorancia de los propios recursos o por eogísmo... se encierra en un mundo pequeño endogámico donde "el otro" es visto como una molestia o como un medio.
Padres que dimiten de la educación de sus hijos, adultos que entrablan relaciones superficiales en las que sólo importa el beneficio obtenido; compañeros incapaces de trabajar en equipo.... Todos convencidos de que "se salvarán solos" o de que " el problema de otro no es cosa suya".
La desidia de estas personas genera en los demás sentimientos de soledad, abandono, ira, sufrimiento y, sobre todo, desamor. La desidia es una forma de maltrato. Esta domisión de la responsabilidad individual tiene un impacto desequilibrante en el entrono de la persona y puede acabar destruyéndola. Porque no responder también es una respuesta... y peligrosa..

J. Soler M Conangla
Autores de Juntos pero no revueltos.
Creadores de ecología emocional

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