La burla, la desatención, los cachetes, el abuso físico...En mayor o menor medida, todos hemos sido víctimas de la violencia de los adultos cuando éramos niños. Encontrar a alguien que nos escuche con empatía y admitir que sufrimos ese maltrato sin sentirnos culpables prmite sanar nuestra infancia y nuestro presente y evitar que se retia la historia.
En 2005 empecé a publicar en mi web, con permiso de los autores, las cartas de interés general y mis respectivas respuestas. Estas cartas hablan de los sufrimientos, a menudo inimaginables, de personas maltratadas en la infancia que, a pesar de años de terapia, nunca fueron conscientes de ese maltrato. Padecían numerosas enfermedades, se acusaban de la crueldad que tenían que soportar y sólo cuando leyeron mis libros pudieron sentir, con alivio y por primera vez, el sufrimiento de su infancia. Algunas encontraron allí la clave para comprender toda su vida y con ello dejar atrás sus pánicos, depresiones y adicciones.
Estas personas, como es comprensible, se encuentran ante muchas preguntas que hasta ahora habían evitado. Mis respuestas a tales preguntas tratan, es esta nueva situación, de ayudarles a hallar orientación y a personas que, como testigos empáticos y con conocimiento de causa, las asistan en la mejor utilización posible del conocimiento que han adquirido sobre sí mismos.
Acompañarlos en el proceso:
Los seres humanos que en su infancia fueron objeto de maltrato encuentran así una tribuna que les permite expresarse libremente y, juntos, buscar la manera de liberarse de las consecuencias de los abusos padecidos. No podemos resolver los efectos del maltrato en terapias que eluden los hechos y se limitan al análisis de las realidad psíquicas. Pero podemos liberarnos de las consecuencias si estamos preparados para afrontar emocionalmente la verdad de nuestra infancia, renunciar a la negación de nuestro sufrimiento y desarrollar empatía con el niño que fuimos y entrender así als razones de nuestros miedos.
De esa manera, nos libramos de los miedos y los sentimientos de culpa con los que cargamos desde la más tierna infancia. Gracias al conocimiento de nuestra historia y nuestros sentimientos, llegamos a conocer a las personas que somos y aprendemos a darnos lo que vitalmente necesitamos pero nunca recibimos de nuestros padres: amor y respeto. Éste es el gran objetivo de la terapaia de desvelamiento: las heridas pueden cicatrizar si se les presta atención y se las toma en serio, pero es preciso no negar la existencia de las cicatrices.
Lo que daba por supuesto cuando escribí mis libros se vio completamente confirmado por las cartas de los lectores: no sólo un grupo reducido de personas tiene el alma herida por vejaciones infantiles, sino la mayoría de la población mundal. Sin embargo, únicamente unas oicas deseab tomar conciencia de ello, porque el miedo a la antigua impotencia del niño golpeado impide ese conocimiento. Por eso doy por supuesto que a todos nosotros, con muy pocas excepciones, nos castigaron en la infancia, y en muchos casos muy pronto, como expongo en mi libro Por tu propio bien.
Un niño al que se le ha pegado anticipa el castigo por cualquier expresión de descontento o de malestar. Esta ansiedad puede permanecer inconsciente (porque sus causas nunca fueron desveldas y procesadas) pero operar de modo muy efectivo acompañando a los individuos durante toda la vida y determinando todo su comportamiento.
La terapia que funciona:
Digo que una terapia desvela cuando ayuda a los sujetos- con la colaboración de los sentimientos de la vigilia y los sueños- a conocer su dolorosa historia infantil reprimida para que no vuelvan a temer los peligros que les acechan de verdad durante la infancia y que ahora no representan una amenza. entonces se acaba para los pacientes la necesidad de temer y repetir inconscientemente lo que les ocurrió en su más tierna infancia, porque ahora conocen la realidad de aquella edad y pueden reaccionar a ella con rabia y con tristeza en presencia del terapeuta como su testigo empático. Dejan de despreciarse, dejan de acusarse y hacerse daño mediante todo tipo de adicciones, porque son capaces de desarrollar empatía con el niño que sufrió gravemente a causa de la conducta de sus padres. Si más tarde en la vida de estos adultos se presentan peligros, estarán mejor preparados para afrontarlos porque comprenderán mejor sus antiguos miedos.
Esta manera de proceder se diferencia de otras formas de tratamiento que implican practicar una nueva conducta o mejorar el bienestar personal (mediante yoga, meditación, pensamiento positivo). En estos casos se deja de lado el problema de la infancia.
A mi juicio, el miedo a este problema se remonta al miedo de los niños que han sido castigados, al miedo al próximo golpe, si es que se atreven a reconocer la crueldad de us padres. Y este miedo es tan dominante que mucha gente ha tenido que criarse soportando castigos (psicológicos, pero sobre todo físicos, que aun se consideran inocuos y necesarios) sin posibilida de defenderse.
Descubrir la verdad:
Esto también puede verse en el psicoanálisi, que hasta hoy elude a los abusos sufridos en la infancia, cierra los ojos ante ellos. Sus teorías se construyeron sobre la base de este miedo a los padres. Por eso, tanto pacientes como los analistan permanecen, a veces durante décadas, atrapados en un laberinto de ideas y tienen sentimientos de culpa por haber hecho supuestamente tan dificil a sus padres comprender al niño "Problematico" que fueron. A menudo no saben, y tal vez nunca lo descubran, que fueron niños severamente maltratados.
Que un terapeuta haga posible este conocimeinto depende de qué sepa de su propia infancia.
Alice Miller
Psicóloga.-Socióloga-filósofa
Autora de 12 libros, como: El drama de ser niño dotado o El cuerpo nunca miente.
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