
Compartimos nuestro entorno con miles de personas, pero, a menudo, nos sobran dedos en las manos para contar a nuestros verdaderos amigos. Perdidos en el individualismo creciente y el estímulo constante al consumo, mucha gente en la ciudad se siente sola y vacía.
María es una mujer joven. Se ha separado hace poco de su pareja y no sabe cómo rehacer su vida. Un domingo, mientras está tomando un café en la terraza de un bar, otras dos mujeres le ofrecen un folleto de propaganda. La más joven se interesa por ella la invitan a un evento para conocer a gente y entablar nuevas amistades. Ya en casa, María piensa que no pierde nada por probar y decide ir.
En el lugar de encuentro, las dos mujeres la reciben con gran calidez y le presentan a más gente. Todos la tratan cariñosamente. La velada resulta agradable. Hacía tiempo que María ni se sentía tan bien acogida, así que promete volver.
A pesar de lo que se cree, las víctimas de un grupo cerrado no responden a una tipología concreta. Cualquier persona puede ser captada por una secta si atraviesa por una situación de especial vulnerabilidad, como por ejemplo cuando ha perdido a un ser querido, carece de relaciones afectivas sólidas, se siente sola o está deprimida. Los comandos de captación de las sectas o grupos cerrados detectan perfectamente a estos hombres y mujeres y van en su búsqueda.
En el pasado, las sectas tenían un contenido principalmente religioso- neocristianos, orientalistas, ocultistas, espiritistas..- pero, en la actualidad, también ofrecen supuestas técinicas de meditación y psicoterapia y pueden estar vinculadas a ideologias de corte radical, sexualidad libre, ecología...
Cuando una persona se adentra en uno de estos crupos, pasa por un periodo de noviciado o de reforma del pensamiento, o lo que en nuestro lenguaje común denominaríamos simple y llanamente como un lavado de cerebro.
Este proceso implica una adaptación sociocultural sutil pero, a la vez muy intensa, gradual, pero constante. Durante la fase de iniciación se intenta anular el yo individual de esa persona y sustituirlo por el yo colectivo: el grupo decide sobre el individuo. En una segunda fase, el nuevo miembro se identifica al cien por cien con el líder y se convierte en alguien totalmeente dependiente de él.
En este proceso se utilizan diversas técnicas de persuación coactiva. En primer lugar, se aisla a la persona de la família y los amigos, de manera que pierde cualquier apoyo psicológico procedente del exterior y, al mismo tiempo, se procura debilitarla fisicamente a través de ayuno o dietas, falta de sueño, exceso de ejercicio.. La segunda técnica consiste en estimular emocionalmente a la victima mediante miestras excesivas de afecto y fomentando, a la vez, los sentimientos de miedo, culpa, vergüenza o ansiedad.
En estos casos, la clemencia se alterna con la severidad, y la sensación de amenaza y control son constantes.
La tercera técnica tiene como objetivo destruir el pensamiento propio, la capacidad crítica de esa persona. El único que piensa es el lider. Todo el grupo acepta como propias las ideas de estes y se limita a obedecer en el más absoluta sumisión. En todo el grupo cerrado, la figura del líder o falso gurú es decisiva, hasta el punto de que muchos de estos grupos desaparecen cuando, por el motivo que sea, el líder también lo hace. Este gurú se presenta como una figura que ofrece amor, pero, en realidad, se trata de un sujeto autoritario, sádico y paranoico- a menudo se cree un enviado de Dios o incluso de fuerzas extraterrestres. Se caracteriza por su gran capacidad de seducción, la cual utiliza para dar seguridad a sus miembros, a quienes, a cambio, les exige total sumisión a su persona.
Los grupos cerrados se organizan en dos círculos de adeptos. El primero está formado por los miembros más próximos a las ideas y a las prácticas del líder y se encarga de controlar el resto. El segundo lo forman los adeptos de base, a los que hay que someter y adoctrinar constantemente. Sin adeptos no hay grupos y, sin grupo, el líder no tiene proyección ni posbilidad de enriquecerse a costa del trabajo de sus miembros.
Para que una persona consiga salir de una secta es preciso que pase por el proceso que vivió a su entrada, pero a la inversa; es decir, debe desprogramarse. El primer paso es desvincularse del líder. Para ello, es necesario romper la fe ciega que hasta entonces tenía en el supuesto guía o gurú y reactivar su capacidad crítica. Después será necesario que salga del grupo y recupere los vínculos afectivos de la família; los amigos y los compañeros de trabajo; es decir que rescate el hilo conductor de la que había sido su biografía antes de entrar en la secta. También deberá restaurar la salud, pues es muy probable que el tipo de alimentación y el estilo de vida dentro del grupo cerrado haya debilitado sus defensas.
Por último tendrá que superar el miedo al grupo, vencer el sentimiento de culpa y la vergüenza que le provoca haber sido captados y haber aceptado conductas irracionales de dependencia.
Regresar de un grupo cerrado, ya sea por decisión propia, por acción legal o por la expulsión, es como escaparse de un secuestro. El adepto vuelve físicamente, pero una parte de él permanece secuestrado durante algún tiempo. No es extraño que, a su regreso, tenga la sensación de todos están pendientes de él, de que le observan y vigilan para que no recaiga.
Una persona que ha pertenecido a una secta está curada cuando es capaz de creer en sí misma, de quererse y de compartir su felicidad con aquellos a los que ama y que de verdad la aman.
Ángel Aguirre
Doctor en Psicologia y Filosofía
Profesor de la Universidad de Barcelona
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