Los hombres las prefieren guapas. A las mujeres les gustan los hombres fuertes. ¿Son ciertos estos tópicos? Para amar de verdad debemos superar los estereotipos de género y abrirnos a lo diferente.
¿Me amas? pregunta ella "Si" claro ¿es que lo dudas?, responde él, mitad asombro mitad fastidio. ¿Por qué, entonces, no me lo dices nunca? replica ella, él aumenta su desconcierto. "pero es que ya te lo he dicho". Ahora es ella quien se sorprende ¿Cuándo? pregunta "Aquella noche, cuando comenzamos nuestra relación, ¿ya no te acuerda?, contesta él.
Si, ella lo recuerda, pero necesita que él se lo reafirme todas las veces que pueda. Él no siente que deba hacerlo mientras sus sentimientos no cambien. ¿Significa que las mujeres están más comprometidas con el amor o será que hombres y mujeres aman y manifiestan este sentimiento de una manera diferente?. Me inclino por la segunda opción.
El amor no es de hombres ni de mujeres sino de ambos. El sentimiento amoroso es un tema humano esencial que, como tantos otros está enmarcado en mitos y mandatos de género. Éstos han terminado por hacernos creer a todos que, en cuanto al vínculo con el sexo opuesto, las mujeres buscan el romanticismo y los hombres, la pasión sexual.
La presión de los estereotipos:
Lo cierto, lo único verdaderamente natural, es que tanto hombres como mujeres amamos y desamos. Pero los benditos estereotipos diseñados por la cultura hacen que, para alcanzar el amor, muchas veces las mujeres deban mostrarse siempre accesibles y dispuestas en el plano sexual. Y que los hombres, para arribar al encuentro sexual que el modelo masculino eexige, deban elaborar discursos y adoptar actitudes románticas que no siempre son verdaderos.
Tanto el romanticismo como la sexualidad son esenciales y necesarios en una relación amorosa, pero al quedar determinadas "especialidades" -femenina en un caso, masculina en otro- acaban por disociar la emocionalidad de los varones y mujeres. Guiados por estos moldes de género, los hombres suelen enamorarse de los aspectos externos dela mujer. Así, las mujeres, acatando el código, se esmeran en que sean aspectos que resalten.
Ellas, por su parte, se enamoran de la galantería, protectora, de los atributos de poder- a veces más evidentes, otra veces más sutiles- del varón. De su ternura, sí, pero siempre que vaya a caballo de la fortaleza. Y eso es lo que los varones tratan de exhibir, mayoritariamente, cuando desarrollan su poder de seducción para que als mujeres perciban antes su potencia-física, económica..- que su sensibilidad.
Ahora bien, enamorarse no es amar. En el enamoramiento, tomamos uno o dos aspectos de la otra persona y construimos un personaje a imagen y semejanza de nuestra ilusión. Él o ella es quien deseamos que sea. A menudo el enamoramiento termina cuando empezamos a conocer los demás aspectos de la persona, su ser real y no su identidad deseada. Entonces, aquella mujer bella y deseable termina por ser una vanidosa en la que no hallamos sustento espiritual e intelectual. Y aquel principe azul distiñe de pronto y deja ver su fatuidad, su egoísmo, su miopía afectiva.
Sergio Sinay
Periodista y terapeuta
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