Empezar una nueva relación I
Todos tenemos la capacidad de amar. Eso resulta en sí tan maravilloso como la persona que inspira ese amor. Por eso es natural volver a enamorarse y a implicarse en un proyecto de vida compartida.
En muchas ocasiones aceptar que una relación llegó a su final es duro. Supone decir adiós a una persona que ha formado parte del día a día durante mucho tiempo, cambiar de vida, afrontar los propios miedos… No obstante, al encontrar el coraje para asumir esa situación se obtiene también la cara amable que todo tiene.
Afrontar el hecho implica de entrada sentirse bien con uno mismo y optar por una vida más coherente, otorgándose el tiempo necesario para dar ese paso.
Ser conscientes de lo que se tuvo y se desvaneció puede generar mucho dolor, impotencia y frustración. Pero las emociones negativas ofrecen la posibilidad de aprender de ellas y superarse. El amor presenta diferentes facetas y algunas son dolorosas. Para disfrutar de él es pues necesario aceptarlas y vivirlas, aunque no todas resultes deseables.
En ocasiones una tercera persona puede cruzarse en el camino evidenciando la existencia de necesidades no satisfechas. Puede ser el elemento detonante para que una de las partes decida finalizar una relación apagada o caducada.
La madurez como aliada
Abrirse otra vez al amor requiere alegría, gratitud y cierta incertidumbre ante lo desconocido, así como una renovada ilusión por aventurarse en ese terreno especial y único. Se parte de nuevo, pero desde una posición privilegiada, pues se goza de una mayor sabiduría obtenida de las relaciones anteriores, mayor madurez aportada por la experiencia, más autoconocimento y, sobre todo, más capacidad para amar. Ese nuevo proyecto permite reencontrarse con el amor, entregarse a él para dar lo mejor de uno mismo y obtenerlo también de la pareja.
Gratitud hacia el pasado
Para librarse de las ataduras del pasado y poder vivir plenamente el amor presente es necesario perdonar, aceptar la situación actual, aprender de la experiencia y cerrar ese capitulo vivido. Estos pasos permiten liberarse de emociones negativas más o menos conscientes que mellan el equilibrio interior y encontrarse con otras positivas, como la gratitud hacia la expareja por lo vivido y aprendido en común, así como por todo lo bueno que pudo movilizarse y que nos permitió crecer como personas.
La pareja despechada puede idealizar las cualidades de la otra persona, añorando la vida en común y creyendo que nunca volverá a sentir un amor similar. Pero más adelante puede darse la situación opuesta: la atención se centra en los aspectos más desagradables del otro o de la convivencia, en un intento de romper el lazo emocional. Ambas reacciones son muy selectivas y poco acordes con la realidad. Para obtener una visión objetiva es necesario analizar el pasado desde la razón, relegando la emoción a un segundo plano. El propio paso del tiempo permitirá considerar la situación de forma máss ecuánime, aceptando la libertad ajena y también la propia.
Todas las relaciones que conforman la vida sentimental de una persona añaden algo de sabiduría acerca del amor, acerca de uno mismo y de la propia manera de amar. Aportan información sobre los propios errores, que conviene asumir con honestidad. Aprender de ellos y procurar corregirlos en el futuro resulta fundamental. Las relaciones del pasado ofrecen una base para amar con mayor autenticidad y riqueza en el presente.
Aprender del fracaso
El amor y el desamor son parte de la vida. Los seres humanos necesitamos experimentar esas situaciones, pues forman parte de nuestro proceso de desarrollo como personas.
Las crisis incitan a renovarse a generar recursos para vivir de forma más realista y coherente, aunque a veces se pueda tender a caer en la desesperación. Lo inteligente no es vivir la ruptura amorosa como un fracaso, sino como una evolución hacia algo más positivo y enriquecedor. Para ello es preciso confiar en uno mismo y en el proceso vital.
En la vida no nos afectan tanto las situaciones como la manera de pensar acerca de ellas y la forma en que las encaramos. Considerada con perspectiva, una ruptura amorosa forma parte de un proceso de renovación.
Susanna Martínez
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