El karma de la ayuda


Prestar nuestra ayuda desinteresada nos reporta un enriquecimiento personal que nunca obtendremos si actuamos por interés.
Hay personas que tienen un concepto bastante mercantilista de la amistad y de la ayuda mutua; prestan su apoyo de manera interesada porque prevén que en un futuro puden precisar de los favores del otro o porque se sienten culpables si no dan lo que se les pide. Pero estas actitudes constituyen solamente el embrión de un concepto mucho más amplio, rico y profundo de la ayuda. En realidad, cuando ofrecemos nuestro apoyo desinteresado a otra persona, a quien estamos ayudando, por encima de todos, es a nosotros mismos. Se trata de lo que tradicionalmente se ha considerado el efecto kármico del bumerán, teoría que afirma que cosechamos lo que sembramos, En este sentido, deberíamos desechar la creencia de que cuando ayudamos a alguien, el otro nos "debe un favor" y sustituirla por una concepción más amplia: la otra persona nos hace salir de las fronteras de nuestro propio ego, trascender y fluir con la vida. Por otra parte, si la ayuda que dispensamos es material, nos sumerge en la certeza de que vivimos en interdependencia y que existe una "red" que nos sotiene.

Enriquece nuestro espíritu
Si prestamos un servicio concreto gracias a una capacidad que poseemos, tenemos la oportunidad de sentirnos útiles y mejorar dicha habilidad por medio de la entrega.
Por último, si nuestra ayuda es espiritual, no solamente nos sentimos mejor por percibir cómo nuestras palabras han disipado el tormento de la otra persona, sino que nuestros propios consejos se tornar visibles para nosotros mismos. No podemos regalar una flor sin impregnarnos de su aroma.

Vanessa Gil
Mente Sana

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