Proteger nuestro niño interior


Existen muchas personas que han tenido una infancia donde la felicidad era la excepción, porque sufrían maltrato, abandono, negligencia o porque uno de los progenitores- o amnbos- murieron o abandonaron el hogar familiar. O, simplemente, porque los padres no fueron capaces de proporcionar bienestar y seguridad afectiva.
Generalmente, cuando estos riños se hacen adultos no suelen respetarse porque, de alguna manera, perpetúan la situación que vivieron durante su niñez. Aunque no recuerden los detalles de los acontecimientos que vivieron, les queda una impronta emocional que contribuye a que no se sientan personas merecedoras de amor, confianza y amabilidad.
Pese a todo, una persona que fue tratada sin amor en su infancia puede aprender a respetarse, a sentirse valiosa, o amarse a sí misma. Puede llegar a pensar que, aunque no fue respetada por sus padres, sí que es digna del respeti de los demás.
Pero para ser respetado por lo demás, es importante empezar por uno mismo. Esto significa primero, olvidar el pasado, hacer las paces con lo ocurrido e, incluso, y si es necesario, perdonar a los que no nos trataron como debían. Pero, sobre todo, no anclarnos en esa infancia infeliz para justificar cualquier hecho negativo que nos ocurra.
Hay que saber reconocer las propias emociones, tanto las positivas como las negativas, sin censurar los aspectos menos agradables de uno mismo, reconocer quiénes somos y, muy especialmente, valorarse a uno mismo como a los demás, tratarnos, como queremos que nos traten. Porque si no nos tenemos en estima a nosotros mismos ¿Quién nos la tendrá?.
A veces, los terapeutas acompañamos a estas personas en su camino de transformación. Para hacerlo, les recomendamos que se comporten "como si" como si ya hubiesen conseguido sus objetivos, como si ya fuesen la persona que quieren ser. Esto significa comportarse como una persona digna de respeto.

Ursula Oberst
Profesora de la Universitat Ramon Llull

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