¿Mi media naranja?


Si bien el amor es lo que da inicio a la relación, para que este sentimiento dure hay que lidiar con muchas cuestiones de la vida diaria que, en definitva, son las que determinan el funcionamento de la pareja.
La palabra pareja deriva de par y se puede definir como el vínculo entre dos personas (pares , a la par) que se asocian para compartir la vida.
Ser pares no significa se idénticos; cada uno tiene sus propias creencias, historias y personalidades diferentes, por lo que es de esperar que haya acuerdos frente a situaciones que antes de estar en pareja, resolvían de manera independiente, y que ahora tienen que resolver en conjunto, porque son situaciones que los involucran a ambos: dinero, alimentos, diversiones y trabajo.
Virgina Satir, terapetua sistémica familiar, plantea que una pareja está conformada por dos personas y por tres partes: tu, yo y nosotros, estas partes tienen vida propia y cada una hace más posible la otra parte.
A través de estas tres partes, vamos construyendo una identidad compartida como pareja, al mismo tiempo que mantenemos la propia identidad como individuo.
Una pareja sana sería como dos círuclos entrelazados manteniendo espacios propios y espacios comunes. Si estos dos círculos estuvieran en paralelo, no tendrían nada en común; y si, por el contrario, hay un solo espacio para los dos, sería una pareja simbiótica, donde ninguno de los dos llega a ser uno entero, todo es compartido y nada propio.

Conductas complementarias:
Uno de los problemas más frecuentes que amenazan la estabilidad de la vida en común es responsabilizar al otro de todo lo que ocurre con nuestra propia vida, no teniendo en cuenta que las conductas son complementarias y que cada uno es responsable de lo que hace con lo que recibe.
Es decir que, frente a una determinada conducta, podemos pelearnos, oponernos, dejarlo de lado, buscar una salida, amargarnos, reprochar etc..
Hay muchas opciones para responder, lo que pasa es que, en general siempre damos la misma respuesta, que genera en el otra la misma actitud. Y como esto no resuelve las cosas en vez de buscar una salida que satisfaga, pensamos en cambiar al otro. Lo que, por supuesto, no sólo es imposible, sino conflictivo.
Ya bastante díficil es manejar la propia cabeza, como para pretender intentar manejar la del otro. El otro es parte de la realidad, y la realidad es lo que es. Es uno el que se adapta o cambia.
Resolver algunas de las frustraciones y aprender a aceptar otras, porque no solo todo se puede resolver: la vida es esa permanete tensión entre lo ideal y lo posible.

Las 4 condiciones:
Cuando una pareja funciona bien, se van construyendo espacios propios y compartidos; y se reúne ciertas condiciones:
1.- Reconocer lo que siento, pienso, decido... y aceptar las consecuencias que se derivan de esto. Y una vez que lo reconozco, poder expresar lo que queremos, sentimos y pensamos con honestidad, en primera persona: "yo quiero, yo pienso, yo necesito". De esta manera el otro no puede más que escuchar. Es irrebatible porque el sentimiento es personal. Si, en cambio, empiezo acusando al otro: "Tu nunca haces lo que te pido" o culpándolo "Por tu culpa yo estoy así", o protestando: "Me molesta tu actitud eres un cómodo que nunca se hace cargo de nada", si decimos tales cosas, es posible que el otro no nos escuche o que rebata nuestros argumentos y no lleguemos a ningún acuerdo.
2.- Poner límites, me permite reconocer que hay otro. Comenzar a mirarlo som que esto implique que yo cambie, descubriendo al que tenemos en frente, quién es, qué necesita; y también saber hasta dónde llega uno, de qué y cuantas cosas se es capaz, qué, qué se puede y qué se quiere.
3.- Ser flexibles es fundamental para la adaptación, sobre todo en la pareja,. Implica la capacidad de doblarme, condición necesaria para que algo no se rompa. Aquél que tiene una conducta rígida, está mucho mas expuesto a romperse ante cualquier contrariedad.
4.- Negociar es poder llegar a un acuerdo que satisfaga a ambos. Si me coloco en una posición indeclinable, sostengo al otro en su oposición. Y si, por no discutir o no saber defender lo mío, cedo siempre, lo que voy a lograr es hacer crecer la frustración y el resentimiento.

Reflexión:
Hombres y mujeres debemos aprender a amoldarnos unos a otros si anhelamos alcazar la plenitud en el amor.
Por eso es interesante propiciar espacios de instrospección, observándonos y reflexionando sobre nuestra conducta y la del otro.
En muchas ocasiones, todo es cuestión de cambiar el cristal con que se ven las cosas, y buscar un nuevo rumbo para el amor.

Karina Reynoso
Consultora Psicológica

No hay comentarios: