Empezar de nuevo I


Comenzar de nuevo en un trabajo, en otra vivienda, tras una enfermedad o en una relación de pareja supone para quien vive esa situación la oportunidad de renovarse a fondo y evolucionar con el cambio.

Por mucho que a veces nos empeñemos en verla como una realidad lineal e inmóvil, la vida nos tiene acostumbrados al cambio permanente (nacemos, crecemos, algunos tenemos hijos, todos nos hacemos mayores, morimos...) Una sucesión de altibajos y circunstancias nos llevan a volver a empezar una y otra vez en ciertos ámbitos de la existencia.
Aunque en ocasiones somos nosotros los dueños de nuestras propias decisiones optamos por dar un giro de timón a un trabajo que nos mantiene anquilosados o a una relación de pareja insalvable, o nos aventuramos a mudarnos de casa porque sabemos que aunque el proceso será arduo el resultado valdrá la pena, a menudo los cambios nos llegan propiciados por los demás. Así, nos vamos de un trabajo a otro; nuestra pareja decide dejarnos y volvemos a enfrentarnos a la vida en solitario, al igual que cuando perdemos a un ser querido debemos aprender a vivir sin él o cuando tras superar un accidente o una enfermedad grave contemplamos el presente desde la prespectiva de la segunda oportunidad que nos brinda.

Una nueva oportunidad
En cualquiera de los casos, ya seamos nosotros los impulsores de la nueva situación o sus meros receptores, todo cambio genera un crisis, con el miedo, la incertidumbre, la ansiedad y las resistencias que se crean por el puro instinto de conservación, que busca seguridad y huye de lo desconocido, pero también implica movimiento, ilusión, esperanza y posibilidades de evolución y renovación.
Noelia Grandes, ama de casa de 58 años que se ha pasado media vida dedicada al cuidado de sus dos hijos, explica que hace un año se enfrentó a un acontecimiento muy difícil; su hija de 25 años iba a trabajar a París y les dejaba a ella y a su marido solos, ya que su otro hijo, de 27 años, también se había independizado un año atrás.
De repente me daba cuenta de que tenía que cocinar para mí sola ( mi marido no regresaba a casa hasta la noche debido a su trabajo) veía las habitaciones vacías..¡la casa se me caía encima! Pensaba continuamente en mis hijos: en qué estarían haciendo, si se encontrarían bien, me acordaba mucho de cuando era chiquitines, de la alegría y las risas que corrían por toda la casa. Me pasé meses llorando amargamente su vacío, pensando en lo imprescindibles que se habían hecho para mí, y en la necesidad de volver a invertarme mi vida en esta nueva etapa.
Tras el duelo, porque lo viví como un duelo, comencé a preocuparme por cuidar más de mí misma y por buscar otras ocupaciones dentro de mis posibilidades. Ahora, por las mañanas ayudo a mi marido, que tiene una pequeña empresa de transporte, en las tareas de administrativas. Luego, algunas tardes acudo a un taller de crecimiento personal al que me apunté y salgo a caminar con un grupo de amigas. Después ya llega mi marido y compartimos vivencias del día. Veo a mis hijos con más frecuencia de la que creía ( más al mayor, que vive cerca) y lo cierto es que cuando estamos juntos soy absolutamente feliz, pero me he acostumbrado a tener mi propio espacio y a estar más por mi. He tenido como un reencuentro conmigo misma, algo que también ha sido muy positivo..

Vivir el presente
Algo interesante que se nos ofrece al volver a empezar es que estamos más despiertos y atentos a lo que nos sucede. vivimos más el presente, con nuestros anhelos e incertidumbres formando parte de la misma balanza, como apunta Alfonso Romera, un veterinario de 40 años.
Desde el año 2003 convive con un cáncer de pulmón que ha logrado estabilizar sometiéndose a tres ciclos de quimioterápia y, según sus propias palabras, cambiando su forma de actuar y de pensar.
Desde el principio del tratamiento empecé a buscar en mi interior el porqué de todo esto. con la ayuda de cierta personas claves de mi entrono fui descubriendo mis propios errores a lo largo de 40 años y cómo debía comportarme para ser feliz conmigo mismo y para hacer feliz a los que me quieren, y también, por qué no, a los que no me quieren o no me conocen. Puedo decir que hoy me siento más tranquilo en mi interior que antes de conocer mi enfermedad. Y con respecto al tiempo, que es un invento nuestro, actualmente pienso que dedicarnos a vivir el presente es la mejor inversión que podemos hacer para retomar el dia a dia tras la enfermedad.
Alfonso comparte su vida con su mujer y sus hijas gemelas, nacidas por inseminación artificial el 1 de enero de 2005 tras la irrupción del cáncer. Son encantadoras y me enseñan cosas como las ganas de reír, la espontaneidad, la sinceridad.. Hay tantas cosas que antes no tenía en cuenta y que hoy son capitales para mí, que me hacen llegar a la conclusión de lo que aparentemente es una desgracia puede llegar a convertirse en una gran oportunidad para ser feliz, de una manera serena y tranquia, y saber que con buena actitud mental se pueden agrontar problemas muy serios y avanzar en tu particular camino.

Gema Salgado

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