Aprender a disfrutar el presente


Uno de los grandes secretos de la tan perseguida felicidad es saber disfrutar de lo que la vida nos ofrece a cada instante. Pero a veces esto nos resulta difícil porque interfieren pensamientos sobre el pasado, cuestiones no resueltas o expectativas sobre el futuro. Es una trampa de la que podemos salir, paso a paso, y centrándonos en los actos más secillos y cotidianos. Aceptar el poder del ahora nos hará ver la realidad de forma más positiva. y llena de sentido.

Cuenta una historia zen que un dia el monje Tanzán y su joven discípulo partieron en un ardua travesía de peregrinación hacia el pico de una elevada montaña. Atravesaron laderas y valles, se detuvieron frente a pequeñas cascadas y sortearon peligrosos riscos. Todo en el estricto silencio que impone la tradición zen. Hasta que a orillas de un río encontraron a una mujer en apuros, que no hallaba manera de cruzar al otro lado. Entonces, para sorpresa del discípulo, Tanzán rompió el voto de silencio que se habían impuesto como peregrinos.
Yo la llevaré- dijo el maestro a la mujer.
Mientras el joven monje contemplaba la escena horrorizado, Tanzán alzó a la mujer en brazos y, sumergiéndose en el rio hasta el pecho, la llevó hasta la otra orilla. El discípulo no podía creer que su maestro no sólo hablase a una mujer, sino que la alzara en brazos. Eso iba en contra de todas las normas del monasterio y de la vida de un monje. El joven les siguió a través del rio, tan concentrado en lo que acababa de ocurrir, que casi fue arrastrado por la corriente.

Anclado en el pasado:
Una vez estuvieron todos del otro lado, Tanzán dejó a la mujer en tierra y ella se despidió amablemente. El maestro respondió reclinando levemente la cabeza. El joven monje esperaba algún tipo de explicación, pero Tanzán simplemente sacudió su ropa mojada y continuó la marcha en silencio. Y así continuaron andando a través de hermosos parajes, que el joven casi no vio pues seguía cavilando acerca de lo ocurrido en el río, hasta que no pudo más. " Si mi maestro no respeta el voto de silencio, ¿por qué debo hacerlo yo?, se dijo. Y entonces se dirigió resuelto a su maestro.
¡Yo pense que los monjes no debíamos acercarnos a las mujeres!- le reprochó.
¿Te refieres a aquella mujer del río? yo la dejé hace mucho tiempo. ¿Es que tú la sigues llevando?- replicó Tanzán.
En ocasiones todos nos comportamos como el joven discípulo; vamos por la vida pendientes de lo que nos ha ocurrido, de algo que está en nuestro pasado y no hemos podido resolver... Y así seguimos andando distraídos, perdiéndonos los paisajes que encontramos, sin poder aprender aquello que cada instante tiene para enseñarnos.
Otras vece, lo que nos distrae de nuestro camino no está en el pasado, sino en el futuro. También podríamos imaginar al joven discípulo preguntándose, una y otra vez, cómo será la montaña a la que se dirigen o preocupado por lo que encontrarán allí; también de este modo pasarían inadvertidas para él las maravillas de la travesía.

Vivir intensamente:
Si no queremos pasar por la vida distraídos de cuanto nos ocurre y nos toca, de cuanto vemos y oímos, y de aquellos con quienes nos cruzamos, debemos empezar por la simple tarea de vivir en el presente. ¿Pero qué quiere decir vivir en el presente? Dirán algunos ¿no vivimos acaso todos en el presente? ¿Es que hay otra posibilidad?
Para ser más claros, entonces, quizá deberíamos decir que de lo que se trata es de estar presentes, en cada momento, con todo nuestro ser. ¿Cuantas veces nos hemos dado cuenta de que nuestros pensamientos se hallan en otro lado, en otro tiempo y en otro lugar? ¿Qué hemos perdido el tiempo en lamentaciones sobre el pasado, en previsiones inútiles, dejando que el momento se nos escape sin apercibirnos de ello? Es importante ser cuidadosos o correremos el riesgo de perdernos el viaje o incluso de ser arrastrados por la corriente.

Demián Bucay
Mente Sana

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