En el laberinto


El camino vital es hermoso, pero somos nosotros quienes decidimos si lo caminamos con celeridad o despacio, deteniéndonos a saborear la paz, la alegría, el amor, la luz. Está en nuestras manos el decidir, cuando nos cruzamos con alguien en el sendero, si le cedemos espacio vital, compartiéndolo para que cada uno pueda andar su camino con total libertad sin interferencias, o si, por el contrario, le bloquearnos el paso ¿Cómo se hace eso de bloquear? Pues muy sencillo: con mentiras, engaños, rencores, infamias, celos, malos pensamientos, hablar mal de esa persona enviándole energía negativa, deseándole desastres vitales, no perdonándoles, odiándole, maldiciéndole, no aceptándole tal y como es. No hablar sinceramente desde el corazón equivale a emplearnos diligentemente a tarascar el camino vital de otros, y el nuestro propio. Tal vez nunca nos enseñaron. Me refiero a la encarnación actual- que tenemos derecho a decir cuando así lo queremos, decir no, y a decir si cuando así lo queramos. Sí, tenemos derecho, con total libertad, pues es un derecho de nacimiento, a decir no, gracias, y lo que uno quiera –con respeto, claro-. Bien es cierto que la sociedad nos enseña a manipular para obtener nuestros fines. No obstante, el camino de la manipulación está lleno de dolor, espinas y llanto. Forcejeamos para conseguir lo que queremos. Imponemos nuestros deseos sobre los de los demás. Pugnas y más pugnas por demostrar quién es más poderoso. Parece una lucha feroz por sobrevivir. Pero yo me cuestiono lo siguiente: ¿sobrevivir en qué y contra quién? Mi idea es que sobrevivimos contra nosotros mismos, cubriendo nuestra senda de dolor, desolación y soledad.
Vivimos físicamente juntos, pero creamos abismo insondables entre nosotros. Levantamos muros eternos de incomunicación, y a todo eso le ponemos un lazo de color de rosa con una etiqueta donde se puede leer la palabra amor. Cuanto más dice querer una persona a otra más la aprisiona, más la encarcela en su abrazo mortal. Porque querer es sinónimo de poseer. Si te poseo, si te dejas, sabré que me amas y que te amo. Y este lema parece ejercitarlo gran parte –demasiada- de la humanidad. Mas yo les miro las caras y no veo más infelicidad, amargura surcando sus rostros de triste cristal...
Pero no quieren escuchar. Están sordos y ciegos, como bloqueados. La relación con su cuerpo emocional, parece ser inexistente, tal vez se perdió en el canal del parto o venida a la Tierra. Tanta gente que no sabe amarse y por ende no sabe amar.

Rosetta Forner- Alas de Luz

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