No es mi trabajo



Cada día nos enfrentamos a situaciones en las que ponemos a prueba nuestra capacidad de autofirmación: en el trabajo, con la família, en pareja, cada una requiere un trato especial.

No estoy de acuerdo
¿Quién no se ha encontrado alguna vez en la típica situación en la que hay que tomar una decisión y nuestra opinión difiere de la del grupo?. Todos parecen estar de acuerdo y nosotros, simplemente, no no atrevemos a mostrar nuestra discrepancia. Cuanto más formal es el grupo-en el trabajo, en reuniones de padres, con la comunidad de vecinos,-más difícil nos resulta decir: Escuchar, yo no estoy de acuerdo".
En todo caso, lo que nos impide abrir la boca no suele ser que estemos inseguros de nustro punto de vista, sino el miedo a ser rechazados por el grupo de personas importantes de nuestro entorno. Este miedo, muchas veces, está bassdo en la timidez o la falta de seguridad en uno mismo, pero, en determinados contextos, incluso a las personas con más autoestima les cuesta discrepar abiertamente por temor a posibles consecuencias negativas.
Obviamente, como miembros del grupo, debemos defender nuestros intereses, pues nuestra opinión tiene el mismo valor que la de cualquier otra persona que nos acompañe.
No sólo discrepamos para defender nuestros intereses, también es importante hacernos oír en los procesos de toma de decisiones. Gracias a la psicología social sabemos que las opiniones se forman, a menudo, porque una persona dominante lleva la voz cantante y el resto se deja llevar, por comodidad, por falta de criterio o por miedo al rechazo. Por eso algunos miembros del grupo agradecen que alguien se atreva a manifestar una opinión diferente. Teniendo en cuenta esto, sí no estamos de acuerdo o tenemos otra respuesta, no sólo podemos hablar ¡debemos hacerlo! Si no, se puede llegar a tomar decisiones inapropiadas, simplemente, por miedo.
Manifestando nuestra opinión no sólo defenderemos nuestros intereses sino que desempeñamos un papel muy importante y positivo: con nuestra palabra, contribuimos a la reflexión del grupo y a tomar decisiones de forma sabia y deliberada.
Obviamente, es posible que no hagamos caso, y lo tenemos que aceptar sin requemor porque, en una democracia, las decisiones se toman por mayoría.
Pero atrevernos a discrepar, siempre con fundamento, aumentará nuestra autoestima y el respeto de los demás.

Ursula Oberst
Psicóloga y profesora de la Universitat Ramon Lull

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